miércoles, 7 de abril de 2010

BOLETIN DE INFORMACION QUERBESIANA N° 25



CUATRO TEXTOS SOBRE EL P. LUIS QUERBES


11. El sentimiento de la presencia de Dios

DQ 550, Art. II (regla de vida), extracto.

Por el santo ejercicio de la presencia de Dios y por la contemplación de los misterios de la vida y muerte de Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe, el Clérigo de San Viator animará y vivificará la suya, y el espíritu de fe desterrará de él hasta las últimas huellas del espíritu del siglo, impregnará y dirigirá todos sus pensamientos y proyectos, todas sus palabras y conversaciones, todas sus acciones y gestiones.

12. Leer y meditar la Palabra

DQ 550. Art. II (Regla de vida) Extracto

En la oración y demás ejercicios de piedad, somos nosotros los que hablamos a Dios; pero en la lectura espiritual es Él quien nos habla, especialmente en la Sagrada Escritura. Hemos de escuchar pues esta divina voz con fidelidad, humildad y sencillez; recoger con religioso cuidado la verdad pura, bajo cualquier forma que se nos presente; sin detenernos en el estilo y elegancia del discurso, ni convertir en trabajo y estudio esta dulce ocupación, la cual debe ser pasto del alma más bien que de la inteligencia. Tampoco hemos de tomar como escritos para los demás, sino para nosotros mismos, los pasajes que tiendan a disipar nuestras preocupaciones y a corregir nuestros defectos. Se ha de leer poco cada vez, y esto con pausa, para tener tiempo de pensar y meditar la lectura.
Asimismo se ha de leer con continuidad, sin cambiar fácilmente de tema, a fin de poder percibir bien el enlace y encadenamiento de las sentencias y grabarlas indeleblemente en el corazón.

13 Las virtudes ordinarias.

DQ 342. Extracto de una carta de Querbes a Faure (13 de mayo de 1841) En una carta que él le dirige el 26 de abril, Luis Querbes estima que el P Charles Faure deja correr demasiado a su imaginación tras la idea de una perfección quimérica, mientras que desdeña descender a la primera regla de la perfección, la de sus días y sus acciones ordinarias (DQ 341). El P. Faure, picado en lo más vivo porque la crítica da en el blanco, replica y reprocha al superior de conformarse con las “virtudes ordinarias” mientras que la fundación de una congregación exige “virtudes heroicas” (P. 2015). En su respuesta, el P. Querbes precisa su pensamiento.

Pero yo debo repetir aquí que he desaprobado a menudo en Vd. Esa necesidad de repetirse sin cesar una pregunta ociosa a saber si debemos hacer profesión de tender a la perfección o, conseguirla, si debemos poseer virtudes heroicas u ordinarias. ¡Ay!, querido Padre, mientras hablamos mucho, el tiempo pasa y no hacemos nada. Prometamos mucho menos y hagamos más. Ya tenemos bastante de qué ocuparnos, virtudes del religioso: obediencia, castidad, espíritu de pobreza y virtudes de nuestro estado: fe, celo, humildad, pureza, amor al trabajo, a la soledad y al silencio. Comencemos por construir sobre estas virtudes, que yo considero ordinarias (pues no se trata más que de entenderse), el edificio de nuestra salvación y de nuestra perfección, y lo demás ya se nos concederá. (...)

14. La caridad para con todos.

DQ 163 – A. Directorio el Clérigo de San Viator, catequista parroquial. Extracto de la primera parte (deberes personales).
El directorio fue escrito entre 1830 y 1833 e impreso en 1836. Aunque haya sido pensado y escrito para catequistas seglares, sigue siendo utilizado después de 1838; cuando la sociedad se ha convertido en congregación religiosa. Para redactarlo, el P. Querbes se inspira y, a veces, copia obras anteriores, especialmente Instrucción para los jóvenes profesores que enseñan humanidades, del P. Claude Judde, un jesuita de comienzos del siglo XVIII.

55. No eres un ángel, ni vives entre Ángeles. Tienes tus defectos, como cada cual tiene los suyos; por lo mismo, has de aprender a disimular, ocultar y sobrellevar los de los otros. Acomódate al modo de ser de los demás en vez de querer acomodarlos al tuyo. No pretendas reformar a nadie, porque fracasarás, procura reformarte a ti mismo, que eso tal vez lo llegues a conseguir.

56. Trata de vivir en la casa sin ruido, como si allí no estuvieres. No te metas en asuntos ajenos, aunque tengas motivos para creer que se entrometen en los tuyos; no curiosees lo que pasa; no seas receloso ni desconfiado. No andes en cuentos con nadie so pretexto de amistad o de confidencia, ni des oídos a los que, por acaso, te pudieran referir. No te dejes llevar fácilmente de las sospechas, porque te engañarás a menudo con detrimento de tu paz y de tu propia conciencia.

57. Sé cortés y honesto en extremo: la cortesía favorece la caridad y te granjeara la confianza en la parroquia. Esta confianza es un poderoso auxiliar, y sin ella quedaría desierta tu escuela y resultarían estériles tus lecciones. Saluda a todos sin esperar a que te saluden primero. La gente del pueblo en general y, sobre todo los aldeanos, son más sensibles y se fijan en estas cosas más de lo que comúnmente se cree. Ocupa dondequiera el último lugar, en cuanto te sea posible, en la mesa, en sociedad, en la calle. No seas precipitado en hablar, en juzgar, en resolver y en contradecir; este defecto se contrae fácilmente en clase, en donde uno reprende siempre sin ser jamás contradicho. Ten presente que aquellos a quienes te sientes tentado de negar los conocimientos que a ti mismo te atribuyes, tienen a menudo sobre ti la ventaja de la experiencia. Sé más bien tímido que atrevido, que harto se desarrollará la osadía, y evitarás caer en la imprudencia.
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