jueves, 10 de marzo de 2011

CAMINANDO CON LUIS QUERBES 5

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"IMAGINAR LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR.”


1. OBJETIVOS:
- Conocer la idea primera del P. Luis sobre la Comunidad Viatoriana.
-Valorar la sensibilidad y capacidad de salir adelante frente a desafíos y pruebas.
- Conocer el ambiente en que se gesta la obra viatoriana.
- Conocer otros fundadores de su época.
-Valorar la necesidad e importancia de la liturgia, la catequesis y la educación.

2. TRABAJO PERSONAL

2.1 ORACIÓN:

Antes de comenzar deja un rato de silencio.

Después lee el siguiente texto de la Constitución C.S.V.

“Anunciar a Jesucristo y su Evangelio, suscitar comunidades en las que se viva, se profundice y se celebre la fe": en estos términos expresamos hoy la misión de los Clérigos de san Viator, que el Padre Querbes definía como "la enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio de los santos altares.

Realizamos esta misión desde nuestro trabajo de educadores y tareas profesionales y pastorales, esforzándonos por integrar los valores de la fe en la cultura actual. Siguiendo la voluntad del Fundador, realizamos nuestra misión en colaboración activa con los obispos y los responsables de las iglesias locales.

La Iglesia nos envía a todos los hombres, en particular a los jóvenes, tanto en nuestros países de origen como en el extranjero. Además, por las llamadas incesantes de la Iglesia y del mundo, Cristo nos urge a hacernos presentes sobre todo entre los abandonados de la sociedad.” (Const. 8 - 9).

OREMOS:

Te pedimos, Señor, que nos ayudes a comprender cada vez más la intención de nuestro Fundador, el P. Luis Querbes, para responder con generosidad al envío que nos hace la Iglesia de llevar el Evangelio a todos los hombres, en particular a los jóvenes. Te damos gracias Padre Bueno, por darnos a tu hijo Luis Querbes y te pedimos lo lleves pronto a los altares.

2.2 Lee el siguiente documento.

LA INTUICIÓN FUNDADORA

Luis Querbes confesará más tarde haber concebido el primer designio de la Sociedad que va a crear “hacia el fin del año 1826”. En otoño de 1824 escribía así al Arzobispo: “Después de haber examinado delante de Dios, durante varios años, una idea que primeramente le vino en su presencia, uno de vuestros sacerdotes se siente impelido a exponerla a Su Ilustrísima...” En otro texto de la misma época dice que esta idea “le ocupa incesantemente, le sigue incluso hasta el altar”.

Esta idea es la creación de un “seminario menor destinado a proporcionar a las pequeñas parroquias de las aldeas maestros de escuela, que durante dos años de permanencia en el mismo, para estudios y noviciado, hallarían tiempo suficiente para formarse en la virtud, en los métodos y en los conocimientos necesarios y después, revestidos de la tonsura, serían enviados a los párrocos que lo solicitaran siendo salmistas y clérigos en la administración de los sacramentos. Podrían ser trasladados, lo mismo que se hace con los coadjutores, cuando fuera necesario”.

Se trataría por consiguiente de crear un centro de formación y una sociedad de maestros para las escuelas parroquiales. Este centro reuniría periódicamente a estos maestros para “dedicarse a los Ejercicios Espirituales y renovarse en el espíritu del cristianismo y en el espíritu propio de su estado”. Recibirían allí una formación pedagógica (“enseñar a educar a los niños: a dirigir las escuelas”) ya una formación para la pastoral parroquial (“secundar a los curas encargados de las parroquias”). La casa de la sociedad serviría también como centro de acogida para los maestros retirados.

En un borrador de carta al Señor Cattet, Vicario General, Luis Querbes precisa su objetivo. “ El proyecto es formar una verdadera escuela normal, que sea para la diócesis un semillero de maestros para las escuelas cristianas parroquiales, los cuales sean en nuestras parroquia rurales, acólitos y sacristanes de los párrocos, siempre a sus órdenes, como también a las del Ordinario (el Obispo), ya sean célibes o casados” (1828).

En una carta a un Consejero de estado manifiesta su preocupación por formar y promocionar los maestros de escuela “que ejercen las funciones, tan despreciadas y sin embargo tan hermosas, de instructores de los niños del pueblo”. Bien dirigidas, esas escuelas podrán “competir con (aquéllas) donde la religión no es más que una parte y no la base de la enseñanza de la educación” (30 de marzo de 1829).

En 1838 en un informe presentado a un Cardenal de la curia romana recuerda lo que había sido la idea fundadora de la Sociedad:” una sociedad de Catequistas que, enviados de uno en uno, si fuera necesario, llenases el vacío dejado por otras asociaciones religiosas y fuesen:

1° los compañeros de muchos párrocos en su soledad:
2° sus clérigos y ministros en el servicio de los altares;
3° los maestros piadosos cuyo deber sería el de vivificar toda la enseñanza elemental por medio de la doctrina cristiana y que se opondrían a los maestros del indiferentismo”.

Más tarde, en marzo de 1841, vuelve a hablar del “pensamiento que predominó al principio de la Sociedad (...). Se trataría sobre todo de aprovechar el impulso dado a la instrucción popular para colocar, al lado de los pastores, un ministro inferior como se pedía en la antigua disciplina de la iglesia, un Catequista compañero de sus funciones, encargado especialmente de la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños y del cuidado de los santos altares, para llenar así un vacío dejado por las demás instituciones religiosas y anular o, al menos, amortiguar los funestos efectos de la invasión del ámbito rural por los instructores salidos de escuelas donde todavía se oyen las demasiado famosas palabras: “Estáis asistiendo a los funerales de un gran culto”. Esta última frase es de un inspector general de la universidad.

Estos textos escalonados en una docena de años permiten darse cuenta de cuál fue la intuición fundadora del Padre Querbes y los males que intentó remediar.

Quiere comprometer y formar a hombres que serán los Catequistas de los niños. Estos Catequistas tendrán también una función cerca de los aislados párrocos del campo, especialmente en la preparación y en el desarrollo de una liturgia que puede ser percibida como una especie de catequesis para adultos. Su presencia permitirá a estos sacerdotes salir de su aislamiento.

Como la catequesis y las ceremonias religiosas no ocupan a una persona durante todo el día y además el Catequista necesita un salario, sería también el maestro de la escuela. Por otra parte, los primeros que el párroco de Vourles ha comenzado a reclutar y a promocionar: Magaud, Nogier, Liauthaud, Damoisel, Bachaoud... son maestros en ejercicio.

Este hombre, que es catequista, que participa en la acción litúrgica, que es maestro de escuela necesita un nombre. El Padre Querbes utiliza dos, que para él son sinónimos: Catequista y clérigo parroquial. No es clérigo a secas, sino clérigo parroquial. Es más que un matiz; también emplea alguna vez la expresión “clérigo laico”.

Este Catequista está colocado bajo la advocación de San Viator, un santo de la iglesia de Lyón, del siglo IV. Era lector, por consiguiente, encargado de anunciar y proclamar la palabra; fue también fiel hasta el final a su Obispo San Justo.

Este Clérigo parroquial o Catequista de San Viator está destinado a las pequeñas parroquias de los pueblos que no tienen medios suficientes para pagar a una comunidad de dos o tres religiosos; a las “aldeas atrasadas”, las que están apartadas, no solamente de las grandes rutas, sino también del progreso. El Padre Querbes imagina, incluso, Catequistas “enviados a las parroquias al estilo de cómo se hace con los coadjutores”.

LAS DISPOSICIONES PRÁCTICAS

Está muy bien responder lo mejor posible a las necesidades observadas, pero hace falta un mínimo de organización para que estos Catequistas tengan entre sí una cierta cohesión y un espíritu común. Luis Querbes precisa: “no es una nueva congregación religiosa la que me parece necesario establecer; es sólo una sencilla cofradía de maestros piadosos y cristianos que pueda responder a las necesidades del momento. Estos instructores seglares, unidos por los vínculos de la caridad, podrían ser célibes o incluso comprometerse con los vínculos del matrimonio sin dejar de formar parte de la cofradía”. Por consiguiente se trata de una cofradía; se decía también de una asociación piadosa. Este grupo de personas solía tener unos estatutos aprobados por el Obispo que nombraba a un sacerdote como director. Las modalidades de admisión eran flexibles y no exigían una gran preparación.

Sin embargo, parece que el Padre Querbes pensó primeramente en una estructura más compleja. En un borrador redactado a comienzos de 1827, texto que con toda verdad es el primero que evoca a los futuros Catequistas, piensa en una “Congregación de maestros de escuela”. Estaría compuesta de tres grupos de personas: de “Hermanos vinculados por votos simples a la edad de 33 años”, “de cofrades, célibes o no, que habrían sido formados por la sociedad”, y finalmente de los “asociados”, que sin haber sido formados por la sociedad, se habrían adherido a ella sin beneficiarse, desde luego, de las mismas ventajas de los cofrades. El término de “congregación” no debemos tomarlo en el sentido actual de la palabra: ¿Cómo una congregación hubiera podido tener a la vez religiosos y personas casadas? Aquí se emplea en uno de los sentidos que tenía en la época: asociación de personas religiosas o seglares que siguen una regla común; por ejemplo, la Congregación del Rosario no era una congregación religiosa. No se volverá a hablar de este proyecto de organización. Los proyectos posteriores no evocan ya a estos Hermanos que habrían pronunciado votos a los 33 años. Al menos, hasta 1833, el Padre Querbes intentará crear una cofradía de maestros laicos, casados o no, de la cual él será el director.

El celibato no habría sido el único elemento de distinción de los cofrades entre sí. Dado que los Catequistas deberían ejercer un servicio cerca de los sacerdotes, una especie de ministerio, diríamos hoy, ¿no podrían beneficiarse algunos de una disposición del Concilio de Trento(sesión 23. Capítulo17), donde se preveía que, en ausencia de clérigos, algunos seglares, incluso casados, podrían ejercer las funciones de las “órdenes menores” lo que hoy llamaríamos “ministerios instituidos”? El Catequistas hubiera sido este “ministro inferior que reclama la antigua disciplina de la Iglesia”.

Finalmente, y siempre con la preocupación de responder del mejor modo posible a las necesidades de las pequeñas parroquias, los Catequistas serían enviados de uno en uno, si fuera necesario. En este caso, podrían alojarse en la casa cural, pero también vivir en parroquias vecinas. Deberían reunirse los jueves, día de vacación, para una conferencia semanal bajo la autoridad de uno de ellos, el regente.

Estas modalidades pretendían ser prácticas, flexibles. En algunos puntos necesitaban concretarse más. Desde luego no iba a faltar quién se lo haría saber a su autor.

EL AMBIENTE DEL MOMENTO

El proyecto de Luis Querbes se inscribe en la perspectiva de la recristianización que caracteriza a la Iglesia durante la primera mitad del siglo XIX, especialmente bajo la Restauración (1815-1830). La Iglesia intenta recuperar el terreno perdido, combatiendo el espíritu liberal o, como se decía entonces, el espíritu volteriano. Rechaza las novedades antes de condenarlas en 1864 en el Sillabus. Se apoya sobre lo que en la sociedad ha quedado más apartado de las corrientes peligrosas. La recristianización se hace por el método que parece más apropiado, la enseñanza de la doctrina cristiana.

“La revolución había hecho desaparecer, escribe el Padre Querbes, hasta las huellas de los elementos que proporcionaba la educación cristiana de los pobres en las parroquias” (otoño de 1828). Y en un texto posterior: “hacía tiempo que todos los buenos espíritus se daban cuenta de la necesidad de impulsar la enseñanza religiosa en el seno de los pueblos más apartados y así renovar en ellos las costumbres patriarcales, el único fundamento de la paz y de la seguridad pública(...) Es en el campo y en las aldeas donde la semilla religiosa puede echar profundas raíces y producir frutos seguros” (febrero 1840).

Por aquel tiempo se produjo en Francia un importante movimiento de escolarización. En 1815, institutos y colegios daban una enseñanza bastante satisfactoria, en general, pero solamente a unos 50.000 alumnos. La enseñanza primaria, las pequeñas escuelas vinieron con retraso: escolarizaban menos de un millón de niños. La mitad de los ayuntamientos no tenían escuela. En 1830, el número de alumnos de enseñanza primaria era ya el doble; en 1840, será de cuatro millones. De 1820 a 1840, se crean más de 27.000 escuelas. Esta ola de escolarización viene acompañada de la implantación de un sistema de formación de maestros. ¡Cuánto se necesitaba! En 1833, en el departamento del Ródano, casi la mitad de los docentes carecían de la instrucción mínima que les permitiera ser maestros aceptables...

Este desarrollo de la instrucción lleva consigo una lucha entre dos corrientes que se enfrentan en lo que será la primera batalla sobre la educación: la querella llamada de la enseñanza mutua. La Iglesia confía en este auge de la escuela para educar a las nuevas generaciones. Pero los liberales, por su parte, quieren sacar provecho de esta fuerza para desarrollar una escuela neutra, abierta (el término “laica” todavía no se usaba para caracterizar un tipo de enseñanza). Piensan haber encontrado el medio favorable al generalizar un sistema de enseñanza que se llamaba mutua, en el que el maestro daba la lección a unos monitores que les a permitirían a sus compañeros. El sistema es fuertemente combatido por la Iglesia, que favorece las escuelas parroquiales, las congregaciones dedicadas a la enseñanza el control del clero sobre los maestros. Durante algunos años, un Obispo llegó a ser incluso Gran Maestre de la Universidad, es decir, Ministro de Educación.

También el Padre Querbes estima que hay que aprovechar el impulso dado a la instrucción popular y “rivalizar con las escuelas donde la religión no es más que parte y no la base de la enseñanza y de la educación”. Lleva a cabo su proyecto cuando “muchos escritores liberales iban aireando las escuelas de Lancaster (las escuelas mutuas) y amenazando con introducirlas en todos los pueblos”.

Finalmente, el proyecto de los Catequistas de San Viator se inserta en el gran hervidero que ha caracterizado al catolicismo lionés del siglo XIX. La fuerza, la diversidad, la originalidad de las iniciativas dan a esta diócesis un relieve muy especial. Dinamismo del clero que envía sacerdotes y obispos a las misiones extranjeras: en 1839 la diócesis cuenta con un millar de sacerdotes seculares. Dinamismo de las vocaciones y de las congregaciones religiosas: de 1816 a 1830 nacieron ocho congregaciones de hombres y de mujeres; y en 1830, 1400 religiosas y 200 religiosos están al servicio de la diócesis. Dinamismo de los seglares: Paulina Jaricot y Federico Ozanam son los más conocidos, pero no fueron los únicos. Muchos seglares animaban numerosas cofradías y asociaciones de todo tipo. El medio católico lionés era muy estimulante.

Por consiguiente el proyecto del Padre Querbes se inserta en medio de una fomentación de ideas y de realidades. En el ambiente del tiempo no es el único que ensaya ideas nuevas.

En Amiens, en 1824, se funda la congregación de los Hermanos de San José. Se trata de “maestros de enseñanza primaria”, pero también de “clérigos laicos” que “ayudaban a los párrocos en la administración de los sacramentos, el catecismo, el canto de los oficios, el mantenimiento de la sacristía y de la iglesia”.

En Nancy, por la misma época, toma cuerpo un proyecto de, “Magisterio” para formar maestros cristianos. Esta asociación agruparía a maestros, unos casados y otros con votos religiosos.

En la Sarthe, en Ruillé-sur-Loire, el sacerdote Dujarié quiere formar “Hermanos maestros de escuela-sacristanes, instruidos en el canto y en las ceremonias de la Iglesia” para ayudar a las parroquias pobres. Estos Hermanos podían ser destinados por el Obispo.

Hacia 1825, en la región de París, el sacerdote Poirier funda los Hermanos de la Cruz, maestros, que bajo la autoridad de los párrocos, deberían ser también “cantores, clérigos y sacristanes”. Podían ir solos, en caso de necesidad, o formarían una comunidad cuyos miembros se dispersarían cada mañana para dirigirse a sus escuelas.

Bajo la Restauración se intensifica la búsqueda de fórmulas posibles. Algunas se experimentan para poder responder de la mejor manera a las necesidades concretas y urgentes. Hay gente creativa, quizá un poco utópica. Aunque no todos los intentos tuvieron éxito, al menos algunos llegaron a echar buenas raíces y llegaron a convertirse en congregaciones que existen todavía. El párroco de Vourles, para dar catequesis, para participar en el servicio de la parroquia y para ayudar a las parroquias más pobres, confiaba en los seglares a quienes juzgaba aptos para cumplir estas funciones. ¿No era demasiado optimista para con la sociedad y la Iglesia de aquel tiempo?


2.3 PREGUNTAS PERSONALES

1. ¿Cuánto tiempo dedicas diariamente a la oración?

2. ¿Cuál es la misión o tarea a la que te sientes llamado?

3. ¿Cuáles crees que son las necesidades más urgentes de nuestro pueblo y de la Iglesia?

4. ¿Cómo respondes a estas necesidades?

5. ¿Qué significan para ti la liturgia y la catequesis?

2.4 Complementación doctrinal

Del Catecismo de la Iglesia Católica.

LA VIDA DEL HOMBRE: CONOCER Y AMAR A DIOS.

Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En El y por El, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.

Para que esta llamada resuene en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el Evangelio: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos con esta misión, los apóstoles "salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con señales que la acompañaban". (Mc 16,20)

Quienes con la ayuda de Dios han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración (Hec 2,42)

TRANSMITIR LA CATEQUESIS

Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados en la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin de que, por la fe, tengan vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo.

En un sentido más específico, "globalmente, se puede considerar aquí que la catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida.

Sin confundirse con ellos, la catequesis se articula dentro de un cierto número de elementos que la misión pastoral de la Iglesia, que tiene un aspecto catequético, que preparan para la catequesis o que derivan de ella: primer anuncio del Evangelio, o predicación misionera para suscitar la fe; búsqueda de razones para creer; experiencia de vida cristiana: celebración de los sacramentos; integración en la comunidad eclesial; testimonio apostólico y misionero.

"La catequesis está unida íntimamente a toda la vida de la Iglesia. No solo la extensión geográfica y el aumento numérico de la Iglesia, sino también y más aún su crecimiento interior, su correspondencia con el designio de Dios dependen esencialmente de ella."


3. TRABAJO GRUPAL

- Oración de inicio.

- Compartir en el taller las respuestas al trabajo personal.

- Compartir lo entendido de la complementación doctrinal.

- Oración final. (Dar gracias, pedir perdón, pedir ayuda.)


4. EVALUACIÓN

1.- ¿En qué aspectos ves la sensibilidad social y religiosa del P. Luis Querbes?

2.- ¿Cuál es el proyecto que el P. Querbes envía al Sr. Cattet?

3. ¿Cómo describes la idea fundadora del P. Querbes?

4. ¿Qué pretende la Iglesia a primera mitad del s.XIX con la recristianización?

5. Escribe algunas frases del P. Querbes referidas a la educación.

CAMINANDO CON LUIS QUERBES 4

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"RESTAURAR LA PARROQUIA DE VOURLES”.

1. OBJETIVOS:

- Conocer la realidad socio-política y económica de Vourles en la época del Padre Luis Querbes.
- Valorar la vida de entrega y fe del P. Luis Querbes.
- Conocer las dificultades que le tocó vivir al P. Luis en Vourles.
- Valorar la parroquia como centro de la comunidad eclesial.
- Potenciar un estilo de fe que sea comunitario.
- Suscitar comunidades donde se viva, se profundice y se celebre la fe junto al P. Luis.

2. TRABAJO PERSONAL

2.1 ORACIÓN:

- Antes de comenzar es bueno dejar un momento de silencio.
- Después lee el siguiente texto:

Nuestro Fundador, el Padre Luis Querbes (1793-1859), párroco de Vourles (Francia) se nos muestra ante todo como un hombre de fe profunda y de gran sensibilidad frente a las necesidades de la Iglesia y del mundo de su tiempo.

Lleno de celo por educar la fe y celebrarla, se siente fuertemente apremiado por la ignorancia religiosa, especialmente entre los jóvenes, por la falta de colaboradores, sentida por los párrocos de iglesias rurales y por la escasez de educadores cristianos competentes.

Por eso, respondiendo a una llamada del Espíritu, el Padre Querbes funda una Asociación para "la enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio de los santos altares". El título que le da, "Clérigos parroquiales o Catequistas de San Viator", refleja bien sus intenciones. Esta Asociación es hoy la Congregación de los Clérigos de san Viator.

El espíritu del Fundador sigue inspirando nuestra misión apostólica y nuestra adaptación a las nuevas exigencias. (Const. N.2)

OREMOS

Padre, ayúdanos a descubrir a tu Hijo cada día más, para poder conocerlo, y conociéndolo, amarlo más, y amándolo, seguir sirviéndolo en nuestros hermanos y hermanas al estilo del P. Luis Querbes.

2.2 Lee el siguiente documento.

VOURLES, UNA PARROQUIA QUE DEBE REHACERSE

Vourles está situada a 12 Kms. al sur de Lyón, en las primeras colinas que bordean la orilla derecha del Ródano. El terreno está constituido por depósitos de morrenas de abundantes guijarros gruesos y pulidos con los que construían las casas en otro tiempo.

Entones era un pueblo de viticultores. El viñedo, destruido por la filoxera en la segunda mitad del siglo XIX, no fue replantado y en su lugar se plantaron árboles frutales. Como todos los pueblos de los alrededores de Lyón, Vourles contaba también con algunas casas burguesas propiedad de algunos lioneses que venían a pasar por allí los días soleados. En aquella época las propiedades estaban, a menudo, cercadas por altos muros construidos ordinariamente de adobe.

En 1812, Vourles era una sucursal. Bajo el régimen concordatorio se distinguían netamente las parroquias, de las sucursales y los párrocos, de los encargados de iglesia. El Concordato atribuía un sueldo solo a los párrocos. Napoleón había encontrado esta sutileza para hacer ahorrar dinero al estado. Solamente tenían el título de párroco los tres mil sacerdotes, poco más o menos, responsables de un partido judicial, de una capital de región o de una gran parroquia urbana. Estos eran inamovibles y recibían 1500 francos al año. Los otros pueblos o las demás parroquias de ciudad no eran más que sucursales. Hasta 1807 no se había previsto ningún sueldo para un sacerdote responsable de sucursal. Sin embargo, estos sacerdotes tenían la responsabilidad completa de una comunidad cristiana y podían ser desplazados con pleno derecho por el Obispo. A partir de 1807 el estado daba un pequeño sueldo de 750francos/año (1822). Era lo equivalente al salario de un obrero poco cualificado, una especie de salario mínimo. Esta desigualdad de condiciones fue el motivo de descontento del “clero inferior”. En adelante hablaremos simplemente del párroco y de la parroquia de Vourles, sin estos términos concordatarios.

La parroquia contaba con algo menos de mil habitantes. Durante el sitio de Lyón, un contingente de jóvenes de Vourles se había unido a las tropas revolucionarias. El pueblo ganó con ello el sobrenombre de “Vourles el Valeroso”. Y unos cuantos ciudadanos adquirieron un certificado que les reconocía su fanático espíritu republicano. El párroco había entregado sus “títulos de ordenación” (certificado de órdenes”) y, con sus cincuenta años pasados, se había comprometido en la intendencia de los ejércitos de la república, un empleo más lucrativo.

¿Se puede saber por qué un pueblo vota blanco mientras el pueblo vecino vota azul? ¿Por qué una “buena” parroquia tiene como vecina a otra que hace desesperar a un párroco? ¿Hasta dónde hay que remontarse en el tiempo para comprender el origen de estas fronteras que ningún límite materializa? Es un hecho, Vourles, más que los pueblos vecinos, había tomado partido por la Revolución y, una vez pasada ésta, quedaba algo en los espíritus y en las costumbres.

Tras el Concordato, habían pasado por Vourles cinco sacerdotes y no habían conseguido darle impulso cristiano. La práctica religiosa era escasa, sobre todo entre los hombres. La iglesia estaba destrozada y la casa cural no valía mucho más. Hugo Favre, que llegó a conocer bien la parroquia en esta época, ya que había nacido en Vourles en 1809, dice claramente: “reinaba una gran indiferencia religiosa en la mayor parte y hostilidad en algunos. Hay que añadir que, la negligencia y la conducta poco edificante de algunos de sus últimos pastores, no había ayudado a mejorarla. “No era buena ni tenía buena fama”. Juan Bautista Clavel resume: “era una parroquia que había que rehacer”.


25 DE OCTUBRE DE 1822. PÁRROCO DE VOURLES

El Consejo episcopal nombró al Padre Querbes párroco de Vourles el 25 de octubre de 1822. Se instaló en la parroquia el 31 de octubre. A los dos días, con ocasión de su primer bautismo, estampaba su primera firma en el registro de catolicidad. La parroquia contaba anualmente con una media de veinte bautismos, algo menos de diez matrimonios y unos veinticinco entierros. Todo esto ofrecía el escaso rendimiento económico de un centenar de francos que se añadían al sueldo recibido del estado.

¡Qué lejos estaba esto de San Nicecio, de sus burgueses, de sus intelectuales y de su escolanía!. El Padre Querbes tenía ante sí a gente de pueblo más propensa a interesarse por los riesgos del granizo o del hielo de primavera, que por problemas teológicos. Durante los años siguientes evocará varias veces la “soledad” de los párrocos de pueblo y la necesidad de encontrar un compañero para ellos. ¿En qué medida no ha sentido él también este aislamiento, este contraste entre un medio de ferviente práctica religiosa y una parroquia glacial?

La restauración de la iglesia parroquial llevaba varios años en la orden del día del Consejo Municipal. El presupuesto había sido votado antes de la llegada del Padre Querbes. Era imposible restaurar la vieja construcción. Una vez demolida, fue reemplazada por la iglesia más amplia que existe hoy, con un estilo poco corriente para la época: una nave central con techo llano, separada de las naves laterales por cuatro columnas, con un presbiterio en ábside. Guardadas las debidas proporciones, se diría una basílica romana. Los proyectos se demoraron más tiempo aún, pero una vez puesta la primera piedra en abril de 1826, la construcción se concluyó rápidamente, ya que la iglesia fue bendecida el 5 de mayo de 1828.

Se comenzó la renovación de la parroquia con los métodos pastorales del tiempo: la predicación, la invitación a la práctica de los sacramentos, el desarrollo de cofradías piadosas, etc. La primera cofradía fue la del Santo Rosario (diciembre de 1822). Otras vinieron más tarde. El párroco decano de Saint-Genis visitó la parroquia en 1827. En su informe hace notar, entre otras observaciones: “Hora en que abandona el confesionario por la noche: cuando se ha terminado”.

En Vourles como en San Nicecio, Luis Querbes utilizó sus talentos de predicador para conmover los espíritus y los corazones. Preparó una serie de instrucciones para la cuaresma de 1823. Trataban de las gracias de este período litúrgico, la necesidad de emplearlo bien y los motivos de conversión: Dios considerado en sí mismo, Dios creador, Dios motor de todo, Dios redentor, Dios santificador; para concluir, el tema de la muerte es objeto de dos instrucciones.

Estaban de moda las misiones populares que conmovieron a muchas parroquias de casi todas las diócesis de Francia. Sus métodos, a veces muy llamativos y no siempre imbuidos de sencillez evangélica, impresionaban fuertemente la imaginación y la sensibilización populares, pero su efecto no era muy duradero. Esta especie de “maratones espirituales” duraban dos o tres semanas con dos pláticas diarias. “Las pláticas eran de cinco cuartos de hora” y los ejercicios de piedad, variados y adaptados a las categorías de fieles. Se sabe que el Padre Querbes, coadjutor, había participado en estas misiones. Predicó el jubileo en una parroquia vecina(Charly, 1826), y una misión en el mismo Vourles(1827).

Pasadas las primeras fiestas de Pascua, el alcalde de Vourles, el Señor Magneval, que vivía en Lyón, le escribió para anunciarle su visita. Decía en su carta: “Será muy agradable para mí pasar unos momentos con usted y felicitarle por los buenos informes que me dan todos los que han sido testigos de la Pascua en su parroquia”(marzo de 1823). Aunque siempre guste oír un cumplido, una alabanza, el Padre Querbes no se dejó engañar: la práctica religiosa no podía haberse restablecido en pocos meses. Aún quedaba mucho por hacer.

Y se lo hicieron saber. Hugo Favre cuenta una escena de lo que pudo ser testigo directo, “el verdadero celo no puede actuar demasiado sin producir descontentos. El nuevo párroco no podía dejar de experimentarlo de alguna manera. Recibió quejas y murmuraciones de las que no hizo caso. Los descontentos, no atreviéndose a atacarlo de frente, tomaron la táctica de dirigirle cartas con insultos y amenazas que le enviaban clandestinamente a la casa cural, lanzándolas a veces por encima de los muros del jardín. ¿Cómo responder a ataques y a injurias cuyos autores permanecen ocultos en el anonimato? Varios escritos de este tipo le han llegado ya de esta manera. He aquí que llega otro. Será el último.

“El domingo siguiente sube al púlpito con la carta en la mano y dice a su auditorio (que probablemente sabía ya algo) que desde hace algún tiempo encuentra, de vez en cuando, por la mañana, en su huerto cartas que han sido arrojadas allí durante la noche; que él ignora de quién vienen, dado que no llevan firmas, y que lo siente, porque esto le priva del placer de responder a los que le honran dirigiéndoles sus cartas. Que también esta semana ha recogido una, como de ordinario, entre las berzas de su huerto y que, al igual que las precedentes, tampoco lleva el nombre de su autor. Pero, dado que este se encuentra sin duda entre el auditorio, le ruega que comprenda que, ya que no puede responder de otra manera, le responda públicamente. Y aquí lee solemnemente la carta que va comentando y de la que subraya con sutileza todo lo que contiene de falso, de malo, de grosero, de ridículo. La gente se ríe. Si el autor de la carta estaba presente, no hay duda que tuvo que esforzarse para evitar el ponerse colorado. Lo que sí es cierto es que esta persona no tuvo ganas de volver a lanzar anónimos. Se acabaron las cartas anónimas”.

El carácter del Padre Querbes, lo veremos, se acomodaba bien a estas situaciones y las palabras cáusticas no le costaban demasiado. Aunque no llegaran más cartas anónimas, todavía hizo falta mucho tiempo para que la parroquia se animara. ¿Se animó realmente? El mismo Hugo Favre lamenta que la parroquia “respondió regularmente a los esfuerzos y a los trabajos de su párroco”. Al fin de siglo XIX los sacerdotes encontraban a los habitantes de Vourles poco religiosos y uno de ellos dice que “lo que les mantiene un poco es el número de ricas familias burguesas” que tenían su residencia en Vourles.

El Párroco de Vourles era consciente de que la educación de los niños era primordial para rehacer una mentalidad cristiana. Llamó a las Hermanas de San Carlos para dirigir una escuela de niñas que se abrió en 1823. Era la única escuela de chicas de toda la región dirigida por religiosas. Pero faltaba la escuela de niños. El Padre Querbes dirá más tarde que quería “desembarazarse de dos maestros de escuela indignos de su profesión”. Maestros que imaginamos fácilmente cuando se sabe la poca competencia de los instructores de aquella época. Se dirigió a la Congregación recientemente fundada de los Hermanos de María, los Hermanos Maristas. Carlos Saulin, que conoció bien al Padre Querbes, cuenta:” se dirigió a las congregaciones de enseñanza, entonces existentes, para solicitar un religioso. Todos le respondieron que ellas no podían darle menos de tres de sus miembros. La parroquia de Vourles era demasiado pobre para pagar el sueldo de tres Hermanos. A disgusto, deplorando la laguna que dejaban estas instituciones, laguna que privaba de la educación cristiana a los niños de los pueblos pequeños, no tuvo de momento otro pensamiento que el de hacer todo lo posible para educar cristianamente a los niños encauzando lo mejor posible a su escuela parroquial, dirigida entonces por un instructor, un maestro laico”. “Hacer lo que se pueda”, es decir, espabilarse. Pero él hizo más que esto.

PIERRE MAGAUD: CANTOR, SACRISTÁN, CATEQUISTA, COMENSAL Y COMPAÑERO

Cuando todavía está lamentándose por la negativa que acaba de recibir, el Padre Querbes vive una experiencia que cambiará su vida. El sobrino del Señor Magaud, que era alcalde desde mayo de 1823, había cometido una imprudencia. El joven, que se llamaba como su tío y padrino, Pedro Magaud, era también hermano de una religiosa de la escuela femenina de Vourles.

Había nacido en 1800 en Montuel (Ain). Había ingresado en los Hermanos de las Escuelas Cristianas donde le pusieron el nombre de Sulpicio Severo. Ya llevaba seis años con ellos y enseñaba en su escuela de Medardo de París, cuando a mediados de Septiembre de 1824 se escapó del Instituto para ir a llamar a la puerta del Seminario de Belley. Sentía, según había confesado él mismo a su superior, “una inclinación hacia el estado eclesiástico”. Su decisión y su gesto habían recibido la aprobación de su confesor, pero para el Instituto era una falta grave. Por otra parte, teniendo en cuenta su situación, el Obispo de Belley no lo aceptó en el seminario.

El Padre Querbes intervino a favor del joven, pero el obispo mantuvo su rechazo. Esperando que la situación se aclarara, Pedro Magaud se alojó en la casa cural de Vourles y el párroco comenzó los trámites para obtener de Roma la dispensa de sus votos. El indulto fue concedido en noviembre de 1824. Por su parte, Pedro Magaud se mostró útil. Abrió la escuela de niños, secundó al Padre Querbes en la iglesia, en la sacristía y con los niños, como catequista.

Los resultados fueron buenos y satisfactorios para las dos partes. Para el Padre Querbes, Pedro Magaud se había convertido en su “cantor, sacristán, catequista, comensal y compañero”. Incluso en marzo de 1827 llegó a firmar un contrato con él. Pedro Magaud se comprometía a continuar las funciones de maestro. Por su parte el párroco se obligaba a mantenerlo “en su oficio de sacristán y de maestro de escuela y a darle clases de latín y humanidades”. Lo alojaba, le daba de comer y le pagaba... muy poco: sesenta francos anuales.

Pedro Magaud recibió cursos de latín y sin duda una formación básica. No tenía el permiso de enseñanza y no lo obtuvo hasta 1829. También debía recibir lecciones de pedagogía: en 1833, un inspector lo juzga como “poco capaz” y hace notar que los habitantes “se quejaban en su lentitud para instruir”.

El Padre Querbes era un hombre activo, práctico. Ya que formaba al maestro del pueblo, ¿por qué no podrían beneficiarse también de esta formación otros maestros de las parroquias vecinas? En enero de 1826, el instructor de Brignais, un pueblo muy cercano y cuyo párroco era un tal Vicente Pater, amigo del seminario de Querbes, era un tal Tomás Nogier. Tenía apenas 20 años, aprovechó esta formación. Mucho tiempo más tarde Pedro Magaud recordaba su manera de expresarse un tanto alambicada: “el Señor Querbes intentó, como sabéis, crear una sociedad con los maestros seglares que serían los amigos de la religión y de los sacerdotes, que son sus ministros. Con este fin quería que, presididas por uno de ellos o por el párroco de uno de los maestros, se animarían mutuamente a hacer bien todas las cosas. El Señor Nogier y yo habíamos comenzado a secundar las intenciones del Señor Querbes que presidía nuestras reuniones”.(31 de mayo de 1860).

Eran reuniones pedagógicas, pero en ellas se abordaba la formación moral y espiritual. El párroco de Vourles elaboró un método de lectura. (Existe en forma de un rollo de tela de tres metros de largo por 40 cms. de ancho y en forma de un folleto impreso titulado: “A B C de las pequeñas escuelas”). Más tarde vendrá el Cálculo de las pequeñas escuelas.

El Padre Querbes no se detuvo: ”también, escribe, me sorprendía pensando lo ventajoso que sería procurar a mis Hermanos, unos maestros y compañeros parecidos al que yo había tenido la dicha de tener entonces”. Pedro Magaud, aunque su personalidad no era muy brillante, ocupaba tal posición cerca de su párroco que permitió a éste imaginar el papel que podrían tener estas personas en las pequeñas parroquias como Vourles, desprovistas de recursos para poder pagar a los Hermanos. El proyecto condujo a Luis Querbes por caminos inimaginables hacia una carrera que no había imaginado... Pedro Magaud, por su parte, siguiendo su propia vocación acabó por entrar en el seminario de la diócesis de Belley y fue ordenado sacerdote en 1841. Ejerció su ministerio sacerdotal, como coadjutor, en varias parroquias de la región de Ain.

2.3 PREGUNTAS PERSONALES:

1) ¿Has participado en alguna comunidad de Iglesia? Si no lo has hecho explica tus razones.

2) ¿Qué aspectos de tu vida personal, familiar, laboral, etc...te han ayudado a superar desde la vida de fe, el participar en alguna comunidad o grupo apostólico? Explica.

3) A partir de las lecturas realizadas ¿Qué nuevos desafíos se te plantean para tu vida?

4) Si estás inserto en una parroquia. ¿Conoces su párroco, sus capillas, sus comunidades, número de habitantes, etc...? Enumera sus principales actividades.
2.4 Complementación Doctrinal

LA PARROQUIA

La parroquia, comunidad de comunidades y movimientos, acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión. " No es principalmente una estructura, un territorio, un edificio, ella es "la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad"...La parroquia está fundada sobre una realidad teológica porque ella es una comunidad eucarística..."La parroquia es una comunidad de fe y una comunidad orgánica en la que el párroco, que representa al obispo diocesano, es el vínculo jerárquico con toda la Iglesia particular".

Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, ella vive y obra entonces profundamente insertada en la sociedad humana e íntimamente solidaria con sus aspiraciones y dificultades.

La parroquia tiene la misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana, de adelantar la inculturación de la fe en las familias, en las CEBs, en los grupos y movimientos apostólicos y, a través de todos ellos, en la sociedad.

La comunidad, comunión orgánica y misionera, es así una red de comunidades.(Sto Dgo. N°1913).

Nos proponemos ejecutar las siguientes acciones pastorales:

Reafirmar la "opción preferencial " por los jóvenes, proclamada en Puebla, no sólo de modo afectivo sino efectivamente; esto debe significar una opción concreta por una pastoral orgánica, donde haya un acompañamiento y apoyo real con diálogo mutuo entre jóvenes, pastores y comunidades. La efectiva opción por los jóvenes exige mayores recursos personales y materiales por parte de las parroquias y de las diócesis. Esta pastoral juvenil debe tener siempre una dimensión vocacional (Santo Dgo. N°.1969)


3. TRABAJO GRUPAL

- Oración de comienzo.

- Dar un tiempo para saber cómo vienen al encuentro, compartir inquietudes, preocupaciones, penas, alegrías. (Realizar dinámicas si es posible)

- Compartir respuestas del trabajo personal.

- Revisar y comentar Complementación doctrinal.

- Oración final (Dar gracias, pedir perdón, pedir ayuda, etc...)


4. EVALUACIÓN

1) Define en pocas palabras qué es una parroquia:

2) ¿Cómo eran las relaciones del P. Querbes con sus parroquianos?

3) ¿Qué era una sucursal?

4) ¿Qué labores comenzó a realizar el P. Querbes para rehacer la mentalidad en la gente ?

5) Aportes del P. Luis a la Pedagogía de su tiempo.

6) Escribe algunos rasgos de la personalidad del P. Querbes que aparecen en el capítulo leído.

jueves, 3 de marzo de 2011

CAMINANDO CON LUIS QUERBES (3)

3
"AVANZAR HASTA EL ALTAR DE DIOS".

1. OBJETIVOS:
- Conocer los valores que fundamentan la vocación del P. Luis Querbes.
- Conocer las amistades que el P. Luis cultivó en su adolescencia.
- Valorar nuestra afectividad y nuestra capacidad de hacer amistad con otros.
- Valorar la fe como elemento de apoyo, crecimiento y de integración de la afectividad.
- Conocer a San Ignacio y su obra y cómo influye en el P. Luis Querbes.

2. TRABAJO PERSONAL:

2.1 Oración:

- Después de un rato de silencio lee el siguiente texto :

Vida espiritual de los Clérigos de San Viator

La vida espiritual de los Clérigos de San Viator está caracterizada por su misión específica en la Iglesia y por las intenciones de su Fundador. El P. Luis Querbes se inspiró en el ejemplo de San Viator y en la espiritualidad ignaciana. Manifestó una devoción especial a la Eucaristía, a la Palabra de Dios, a la Iglesia y a la Virgen María. Por esto, la oración personal y comunitaria de los Clérigos de San Viator se caracteriza por los elementos siguientes:
a) la celebración de la liturgia;
b) la escucha y meditación de la Palabra de Dios;
c) la participación en la oración del Pueblo cristiano;
d) la devoción a la Madre de Dios.

OREMOS

Ayúdanos, Señor, a descubrirte en la celebración de la liturgia, la escucha y meditación de la Palabra de Dios, en la participación en la oración del Pueblo Cristiano, en la devoción a la Madre de Dios y que te vea en mis hermanos de comunidad.


2.2 Lee el siguiente documento. Puedes subrayar, o anotar al margen tus impresiones.

SAN IRENEO, EL SEMINARIO MAYOR

En septiembre de 1812, Luis formula de esta manera su petición para quedar exento del servicio militar obligatorio: “Yo, el que suscribe, clérigo de la iglesia de San Nicecio, declaro que mi intención ha sido y será siempre la de consagrarme al estado eclesiástico”. La escritura viva, de trazos seguros y la firma con adornos traducen esta fuerte seguridad:... “ha sido y será siempre.”

El 31 de octubre de 1812, ingresó en el seminario de San Ireneo.

En el seminario, situado en la Croix-Paquet, en la orilla derecha del Ródano, estaba formado por varios edificios, pero era muy pequeño para el número de seminaristas que albergaba. Los seminarios menores de la diócesis tenían contingentes cada vez mayores de alumnos. En 1816 se debió establecer incluso un año de teología en un seminario menor porque San Ireneo estaba demasiado lleno. A comienzos de 1812, contaba con 262 seminaristas, de los cuales 108 en primer año.

Este reclutamiento sacerdotal intenso, que no era exclusivo de la diócesis de Lyón, permitía rehacer las filas del clero, que había pasado mal el período revolucionario. Incluso podía permitirse el lujo de no aceptar a todos los candidatos. El Señor Bochard, vicario general, escribe al Cardenal Fesch: “Acabamos de salir de la ordenación en la que se ha conferido el sacramento a 48 sacerdotes. Podíamos haber tenido algunos más, pero se ha pensado dejarlos para más tarde”.

Tras la supresión de la Compañía de San Sulpicio por Napoleón (1811), los sacerdotes diocesanos se encargaron del seminario bajo la dirección del Señor Filiberto Gardette. Formados por los sulpicianos, continuaban con su espíritu y sus métodos. Tres de ellos apenas tenían 24 años y sólo uno de sacerdocio: Simon Cattet (dogma), Juan Choletton (moral) y Juan María Miolan.

La enseñanza en los seminarios de la época no se caracterizaba, en general, por la apertura a la sociedad contemporánea ni por la investigación o la innovación. Se contentaban con recitar los manuales empleados en el siglo XVIII. Según Juan Soulcié, que ha hecho un estudio sobre San Ireneo, lo esencial de los cursos en Lyón consistía en la enseñanza cotidiana del dogma y de la moral, en dos lecciones de Sagrada Escritura por semana, sin examen, y en clases de canto. Nada de Derecho Canónico ni de historia. Durante las comidas se solía leer un libro de historia. Durante el tercero y último año se daba una formación más práctica acerca de la pastoral, la predicación, la liturgia.

Los ocho tomos del manual de base (Theología Dogmática et Moralis de Bailly), completados por las notas dictadas en latín, exigían de los seminaristas un gran trabajo en el que la memoria ocupaba un lugar importante.

La observancia rigurosa de los ejercicios de piedad era uno de los pilares de la formación, tan importante como la enseñanza o quizá más. Oración, oficio, lectura espiritual, examen particular, oraciones diversas, habituaban a la práctica de una piedad muy reglamentada. El seminario quería moldear buenos sacerdotes.

17 DE DICIEMBRE DE 1816. EL SACERDOCIO

Luis debió sacar buen provecho de sus aptitudes. Obtuvo buenas notas. En julio de 1813 en una escala sobre diez notas, venía clasificado en el cuarto lugar superior “bene”, con dieciséis de sus camaradas. Ciertamente hay nueve con mejores menciones, pero hay setenta y uno que vienen detrás de él.

Luis había ingresado en San Ireneo con sus amigos Steyert y Rabut, y allí conquistó otros amigos: Vicente Pater, Claudio Huert, Fernando Donnet, Domingo Dufete. Según las cartas que conservamos, no parece haber mantenido vínculos particulares con Juan Claudio Colin o con Marcelino Champañat fundadores de la Sociedad de María, Padre y Hermanos Maristas. En cambio, sí mantiene vínculos con el gracioso Donnet, cuyos chistes o gracias descritos en el diario del seminario fueron cuidadosamente tachados cuando llegó a ser Cardenal Arzobispo de Bordeaux. Un antiguo compañero de habitación, Lavalette, recordará a Luis: “quiero recordar contigo aquella ligera interrupción del silencio nocturno, cuando por la noche, en la cama, nos divertíamos a costa de algunos pobres diablos. Escríbeme, querido amigo, cuéntame muchas cosas, no temas detalles minuciosos. Ya sabes que tú eres muy perezoso para escribir. Tómate varios días y no escatimes. Tienes talento para decir bien las cosas, aunque sea de paso” (1815). Digámoslo también de paso, se comprende que la rígida disciplina hiciera saltar de vez en cuando algunas válvulas de seguridad.

Hugo Favre, que le conoció bien, dice: “realizó con éxito brillante sus estudios teológicos, a pesar de su mala salud que lo condenaba cada año a frecuentes intervalos de descanso en su familia”.

Hacia esta época se habían creado entre los sacerdotes y los seminaristas de la diócesis una corriente hacia la Compañía de Jesús, cuyo noviciado se abrió en París en julio de 1814. Parece que también Luis fue sensible a esta corriente. El 22 de septiembre de 1815 Deplace le escribe estas palabras: “¿Cómo va tu asunto?, ¿avanza? Mi Hermano Esteban ha obtenido su libertad (para ingresar en los jesuitas) y probablemente tú lo sabes ya. Nos lo ha escrito sin decirnos que se ha decidido por Belley”.

Existía un proyecto de abrir en Belley un colegio dirigido por los jesuitas. Un diácono, un tal Soviche, que había entrado en la Compañía, escribía a Luis tratándole como “mi querido amigo y hermano en J.C y en San Ignacio” (29 de octubre de 1815).

Hugo Favre cuenta en sus recuerdos que, Luis “debió renunciar al designio que tenía y que ya había comenzado a ejecutar por su parte. Porque había ido al noviciado recientemente abierto por los jesuitas en Montrouge(París)”. Es posible que aquí haya una confusión y que, en lugar de leer Montrouge, haya que leer Belley. Los Vicarios generales habían tomado las precauciones para evitar la migración de sus sujetos. Parece más razonable que fuera Belley, que entonces formaba parte de la diócesis, que a la capital.

El tiempo corría. Luis había recibido las órdenes menores el 18 de diciembre de 1812. Recibió el subdiaconado el 23 de junio de 1815 de manos de Monseñor Simon, Obispo de Grenoble. En la misma ceremonia Juan Claudio Colin, Marcelino Champagnat y Juan María Vianney fueron ordenados diáconos. Como había terminado la teología, pero no tenía la edad requerida para recibir el diaconado, dejó el seminario para ir a San Nicecio, a la escuela clerical, pero esta vez como profesor. Era corriente que algunos seminaristas, mientras esperaban sus órdenes, fueran empleados en una institución de enseñanza. En el siglo XVII, un sacerdote de Lyón, Carlos Démia, había creado las pequeñas escuelas de los curas donde enseñaban los seminaristas. Estas escuelas duraron hasta le revolución.

El 20 de junio de 1816, el superior del seminario le informó que debía presentarse al diaconado y al retiro preparatorio. La ceremonia tuvo lugar el 21 de julio de 1816.Oficiaba Monseñor Dubourg, Obispo de Louisiana, que estaba de paso en Lyón. La víspera de la ordenación, obedeciendo al consejo de su director, Luis redactó “sus sentimientos y sus resoluciones”. Después de haber expresado su temor ante la dignidad que le va a revestir y lo indigno que él se reconoce a causa de sus “iniquidades pasadas” .Y a sus “defectos presentes y especialmente una gran sensibilidad y una vinculación demasiado viva” que siente hacia sus familiares, detalla sus resoluciones. Se refieren sobre todo a sus ocupaciones y a los ejercicios de piedad diarios. Formula también las gracias que desearía recibir: “Pido al Espíritu Santo que ha de descender sobre mí, especialmente, el espíritu de fortaleza y de vigor, que son las virtudes principales del diácono; el espíritu de recogimiento y oración para preservarme de los peligros de la disipación, hacia la que me arrastra la excesiva libertad que tengo; el espíritu de humildad y de dulzura para comportarme como conviene con mis superiores y con mis semejantes, para reprimir mi acritud, para alegrar mi semblante sombrío y monótono, para alejar las ideas tristes que me persiguen”.

Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1816 por Monseñor Dubourg. Entre los 9 nuevos sacerdotes se encontraban sus amigos Huet y Steyert. Es una pena que no haya ningún documento que nos recuerde los sentimientos que tuvo ese día.

EL SEÑOR QUERBES, COADJUTOR

A petición del Señor Besson, párroco de San Nicecio, el sacerdote Querbes, Señor Querbes como se decía entonces, fue nombrado coadjutor en esta parroquia. No era raro ver un coadjutor nombrado a su parroquia de origen. Antes que él lo habían sido los señores Ribier y Linsolas. Lo más sorprendente era ver un coadjutor tan joven en una parroquia urbana. Parece que el Padre Querbes no deseó ese nombramiento. Fue necesario que Guido Deplace le instara amistosamente a aceptarlo: “Me han dicho que estás pensando librarte de ese peso. Entiendo todas tus razones; incluso me atrevo a decir que nadie las sabrá apreciar mejor que yo, y, sin embargo, amigo mío, me parece que debieras intentarlo. El Señor Besson ha hablado de usted al Señor Courbon (vicario general) como de alguien sobre quien tiene ciertos derechos. Reflexione bien, medite bien el paso que va a dar, pese bien las consecuencias al pie de la cruz” (5 de diciembre de 1816).

Los sacerdotes de San Nicecio ocupaban un lugar un poco especial en la diócesis, no tanto por sus opiniones políticas (la mayoría de los eclesiásticos eran partidistas del restablecimiento de los Borbones y de la vinculación estrecha entre el trono y el altar) sino por el punto sensible de las relaciones entre la Iglesia de Francia y el Papado. Una buena parte del clero, formado antes de 1789, era galicano, es decir, partidario de un reconocimiento por Roma de algunos derechos de la Iglesia de Francia. El manual de teología que se utilizaba en San Ireneo era galicano. Por esto fue puesto en el Indice de 1852. Con el Señor Besson, San Nicecio había tomado una postura contraria. Él sostenía que la intervención del Papa en la administración de la Diócesis era legítima, cuando el Cardenal Fesch, exiliado en Roma a la caída de Napoleón, no quería dimitir de su Sede.

El Señor Besson fue encargado de editar la obra de José de Maitre, Du Pape. Habiendo constatado algunos fallos en el manuscrito acudió a Deplace. De los diálogos y la colaboración que se siguieron, nació la obra en 1819. El libro tuvo una gran difusión. Su tesis es muy sencilla: La Revolución ha arruinado los tronos y ha engendrado la desgracia de los pueblos. Un trono ha quedado en pie: el del Papa. Por consiguiente, alrededor de él es donde se restablecerán la religión, la moral, la sociedad, las naciones. Por consiguiente, la supremacía del Papa se impone a las Iglesias locales y a los estados. Es el comienzo del ultramontanismo, la postura de los que miran más allá de las montañas hacia Roma. El ultramontanismo se opone al galicanismo. Moviliza a los jóvenes sacerdotes, pero también a los menos jóvenes como Lamennais. ¡Ser moderno en aquel tiempo era estar con Roma!

No se trata solamente de una discusión teológica en la calle. Los progresos del ultramontanismo van a aportar a la religión, tal como se practicaba en Francia, una piedad más ferviente, los comienzos de “la comunión frecuente”, menos rigorismo. La teología moral de Alfonso de Ligorio va a deshelar lo que queda de jansenismo en Francia. Pero pasará mucho tiempo...

En San Nicecio, junto a las personalidades que encontró allí, el Señor Querbes completó felizmente la formación recibida en el seminario. Durante toda su vida fue un ultramontano convencido.

El joven coadjutor era responsable de la escuela clerical, o más bien, según dice el Señor Besson, “de la alta vigilancia” de la escuela. Las tareas ordinarias se confiaban normalmente a maestros o a seminaristas que esperaban su ordenación.

Lo esencial de su tarea era “el santo ministerio”: catecismo, predicación, administración de los sacramentos, visitas a los enfermos, entierros, confesionario, dirección espiritual, participación de las ceremonias de algunas de las hermandades, etc.

El Padre Querbes predicaba. Lo hacía con voz fuerte y, según la época largamente. Ha conservado sus textos. Al principio, completamente redactados, se convertirían más tarde en esquemas detallados. Los temas son los que se trataban habitualmente en esta época: la religión, la dignidad y los deberes del cristiano, la perseverancia, la frecuencia de los sacramentos, los peligros del mundo, el fin último, la devoción a la Santísima Virgen, a la pasión de Cristo, etc.

Por su talento lo llamaron a predicar fuera de la parroquia, por ejemplo en San Lorenzo de Chamousset donde levanta la voz contra la “sesión de baile”(la fiesta votiva era ocasión de bailes). En Irigni, donde participa en una de estas misiones que la restauración había generalizado. Quizá participó también en otras. Un relato de su propia mano podría atestiguarlo.

Todos los testimonios y la correspondencia de la época concuerdan en afirmar la acogida que el Señor Querbes reservaba a los pobres, a los que necesitaban su ayuda o su servicio. Se le escribía para pedirle un consejo, una intervención, para recomendarle a una viuda sin recursos, un joven en peligro, un seminarista pobre. Intervenía y sacaba de su bolsillo, que no debía ser muy grande.

Este dinamismo, esta abnegación pastoral, hubieran podido conducirlo a puestos de mucha mayor responsabilidad. Durante el verano de 1818 fue recibido en Issy, cerca de París, en la casa de los sulpicianos. Sin embargo, no entró en la Compañía. En 1822, recibió del arzobispo una proposición halagadora: en Tours se deseaba implantar una rama de los misioneros diocesanos que existían en Lyón (los cartujos). Proponían al Padre Querbes tomar la dirección de estos misioneros. Hugo Favre cuenta su reacción:
- “¿Es una orden que me dan?
- No, se ha pensado en Ud. porque es capaz de este ministerio; pero es libre para aceptar o rehusar.
- En este caso, le suplico que nombre a otro y que me permita quedarme en mi diócesis”.

El Señor Donnet aceptó la misión con el Señor Dufetre. Ellos comenzaron allí su camino hacia el episcopado. No faltarían oportunidades al coadjutor de San Nicecio, para ascender los escalones de la brillante carrera que sus capacidades y su celo le harían merecer. El 25 de octubre de 1822 fue nombrado a la parroquia-sucursal de Vourles.


2.3 PREGUNTAS PERSONALES

1) ¿Qué ha significado en tu vida la amistad?

2) ¿Has tenido amigos que te hayan marcado en tu fe? ¿ Qué valores ha fomentado y te ha ayudado a crecer esa amistad ?

3) ¿Cómo defines tu fe?

4) ¿Qué recuerdas de tu adolescencia? ¿Qué hechos te marcaron?

5) ¿Qué piensas de la V. Religiosa, el sacerdocio y la vida matrimonial?


2.4 Complementación doctrinal

La Compañía de Jesús.

Llama la atención la relación que existe entre los acontecimientos ocurridos durante los primeros años de Iñigo y aquellos en los que tomó parte después. Vino al mundo precisamente cuando se levantaba el telón de uno de los mayores cambios de la historia. Tres sucesos lo anunciaron:

Primer suceso: la toma de Granada (1492). El Islam había sido expulsado de Europa Occidental, pero la media luna seguiría intentando enclavarse en el Este, obligando a Carlos V a una guerra de usura contra Solimán. Esta guerra impediría a Ignacio y a sus compañeros realizar el viaje que tenían planeado a Jerusalén, aunque guardaría vivo el deseo de enviar a los suyos a la tierra de Cristo, para llevar el Evangelio al Islam.

Segundo suceso: Cristóbal Colón descubre América (1492), Vasco de Gama abre la ruta de las Indias (1497). El mundo se ampliaba incitando a los Apóstoles a partir. El mismo año en que la Compañía era aprobada por el Papa Pablo III;

Francisco Javier partía para las Indias (1541), Japón y si era posible China. Poco después un grupo de Jesuitas se embarcaba para Brasil (1546)

Tercer suceso: 1506 las guerras de Italia. El fenómeno del Renacimiento se extendió por toda Europa. Se ignora el interés que pudo tener para Ignacio en la construcción de San Pedro de Roma o en la decoración de la capilla Sixtina a cargo de Miguel Ángel. Pero es evidente que éste contemporáneo de Rabelais, formado en escuela de París, captó muy rápidamente la importancia de la cultura profana y de las humanidades, para adecuar el Evangelio al nuevo tiempo que nacía. Todas estas iniciativas, suscitadas por los acontecimientos de la época, estaban ordenados a un mismo fin que era: la Reforma de la Iglesia.

En efecto se vivía la hora de la reforma; Erasmo y Lutero habían nacido poco antes que Ignacio y éste por su parte contra viento y marea, sospechoso también de herejía durante quince años y entregado a los inquisidores por la novedad de sus Ejercicios Espirituales, trabajaría incansablemente por la reforma de la Iglesia, pero desde el interior de ella.

San Ignacio a través de la Fundación de la Orden de los Compañeros de Jesús (1540), aportó al mundo y a la Iglesia una novedad, que tiene como fuente una profunda renovación espiritual (Ejercicios Espirituales), se alimenta de una atención vigilante a las necesidades de los tiempos y se manifiesta en una absoluta fidelidad a la Iglesia, por medio de una obediencia total al Vicario de Cristo (Papa).

En 1556 se dio una coincidencia: la abdicación de Carlos V y la muerte de Ignacio de Loyola. El imperio se desmembró, pero el millar de jesuitas existentes había sobrepasado ya las fronteras de dicho imperio. Se hallaban repartidos "por toda la faz " de la tierra, en donde existen hombres "en tanta diversidad, así de la tierra, como en gestos, unos blancos y otros negros, unos sanos y otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo".

Los jesuitas eran enviados allí donde la necesidad era más urgente y más universal. El discernimiento de estas necesidades se hacía desde una pequeña habitación de Roma en la que durante quince años consecutivos, hasta su última noche, agobiado por la preocupación de satisfacer una demanda superior a la que él podía ofrecer, Ignacio se había dedicado a escrutar los signos de los tiempos.


3. TRABAJO GRUPAL

- Oración de comienzo de la reunión.

- una dinámica si procede.

- Puesta en común de las respuestas del trabajo personal.

- Oración final (Dar gracias, pedir perdón, pedir ayuda...)


4. EVALUACIÓN

1) Da tres características de la personalidad de San Ignacio.


2) ¿En qué número de los R.R.G.G. de los Clérigos de San Viator aparece la referencia a la espiritualidad ignaciana?


3) Escribe las fechas importantes de la vida del P. Querbes que aparecen en este capítulo.


4) Escribe tres rasgos de la personalidad del P. Querbes que aparecen en este capítulo.

CAMINANDO CON LUIS QUERBES (2)

2

"CRECER A LA SOMBRA DE SAN NICECIO".

1. OBJETIVOS:

- Conocer las consecuencias en la Iglesia y la sociedad después de la Revolución francesa.
- Conocer el medio escolar y religioso que vivió Luis Querbes.
- Valorar la influencia de los formadores en Luis Querbes.
- Valorar la religiosidad de Luis Querbes, y su ser de servidor de la liturgia.
- Reconocer la influencia de nuestros formadores en la etapa escolar.
- Conocer cómo influyó en nosotros la etapa escolar.

2. TRABAJO PERSONAL

2.1 Oración:

- Lee el siguiente texto:
- Yo, Luis José María Querbes, Hago voto de castidad para toda mi vida.
En Lyon, 15 de octubre 180... J.L.J.M. Querbes.

OREMOS:

Te pedimos, Señor, que nos enseñes a buscar, hallar tus sendas para caminar a la luz de la justicia y la libertad y te sirvamos siempre con pureza de corazón.


2.2 Lee el siguiente documento.

Subraya lo que te llama la atención o escribe al margen tus impresiones.

SAN NICECIO

Aunque nacido con ayuda de fórceps, el Concordato (1801) trajo la paz religiosa a Francia. José Fesch, tío de Napoleón, llegó a ser Arzobispo de Lyón y “quiso restaurar las cosas a la antigua usanza”, según la expresión del Señor Émery, superior de San Sulpicio. El culto dejó de ser clandestino y comenzó a celebrarse públicamente en las iglesias abiertas de nuevo. Todo esto produjo un despertar y una renovación espirituales evidentes. El paso de Pío VII en dos ocasiones por la ciudad (noviembre de 1804 y abril de 1805) fueron ocasión de fiestas y de ceremonias caracterizadas por grandes demostraciones de fervor popular.

La Iglesia de San Nicecio era una de las grandes y hermosas iglesias de Lyón. Fue construida en el siglo XIV y XV en estilo gótico y un conjunto de ventanas altas crean un gran espacio abierto que favorece la liturgia. El crucero derecho tiene la hermosa estatua de Nuestra Señora de las Gracias, obra de Antonio Coysevox.

El edificio no sufrió muchos desperfectos durante la Revolución. A partir de octubre de 1797 fue devuelto el culto y se convirtió en la catedral del Obispo cismático. En 1802 se recomenzó allí el culto católico.

La parroquia tenía unas 20.000 almas. El barrio conservaba todavía sus calles y sus callejuelas estrechas y no siempre rectilíneas que la reforma urbana del siglo XIX armonizará y ensanchará construyendo largas y espaciosas avenidas orientadas de norte a sur.

La familia Querbes ya no habitaba en la calle de L’Enfant-qui-pisse, sino en una casa situada en la calle de la Gerbe. Allí es donde nació Josefa Magdalena el 27 de abril de 1797. Unos años más tarde la familia se estableció no lejos de allí en la calle Vandram.

José Querbes seguía trabajando en su oficio de sastre. Parece que se había establecido por su cuenta, puesto que tenía uno o varios obreros. Al finalizar la Revolución y con la instauración del Consulado y el Imperio, recomenzaron los negocios y fue mejorando la situación económica de la ciudad. Cuando José Querbes se jubiló pudo comprar una casa en el campo y retirarse a ella con su mujer y su hija.

Luis asistió al catecismo en San Nicecio. Recibió la primera comunión preparado por el sacerdote Rivier el 13 de junio de 1805, día del Corpus Cristi. Es inútil especular sobre los sentimientos que tuvo este día. No ha dejado confidencia alguna, pero conservó siempre la imagen-recuerdo del acontecimiento, una imagen muy del gusto de la época que representaba un cordero que duerme tranquilamente sobre el libro de los siete sellos, rodeado de diversos símbolos, entre los cuales un pelícano que abre su corazón e incluso hasta un fénix que se quema para luego renacer de sus cenizas.

¿Y la escuela? La Revolución había arruinado la organización de la enseñanza primaria. Maestros más o menos preparados recibían algunos alumnos a quienes formaban individualmente. Los Hermanos de las Escuelas Cristianas que regresaron del exilio en 1804 introdujeron el método simultáneo que conocemos. La enseñanza es dada por un maestro a un grupo de alumnos. No se sabe quién enseñó a leer y a escribir a Luis. Su madre desde luego que no, pues era analfabeta. De todos modos aprendió, y aprendió bien.

En octubre de 1805 ingresó en la escuela clerical- o escolanía – de San Nicecio que se abría este año. Ésta admitía a niños que ayudaban o cantaban durante las numerosas ceremonias de la Iglesia. Para ser admitidos los niños debían tener “aptitudes para servir en la Iglesia”, pero también “ofrecer alguna esperanza de vocación para el sacerdocio eclesiástico”. Era una especie de seminario menor con otro nombre. En 1828 estas escuelas contribuirían a aumentar el número de alumnos de los seminarios menores, fijado de forma arbitraria por el gobierno. La asistencia a los oficios diarios, la formación en el canto y en las ceremonias, la clase, el estudio, ocupaban todo el día. Un coadjutor de la parroquia se encargaba especialmente de la dirección del establecimiento.

En este medio escolar y religioso, un poco especial, Luis realizará estudios sólidos.

28 DE MARZO DE 1807. UN PRIMER PASO

Aprendió mucho más que escribir un francés perfecto. Encontró compañeros que le fueron siempre fieles: José Florido Rabut y Antonio Steyert, y algunos sacerdotes que habían sufrido las pruebas de la persecución: los sacerdotes Ribier, Durosat, Marduel. Sobre todo maduró allí su vocación. Fue confirmado el 2 de febrero de 1807. Algunas semanas más tarde, el 28 de marzo de 1807, recibía la tonsura. La ceremonia tuvo lugar en la primacial de San Juan. Oficiaba el Cardenal Fesch.

Optar por el estado eclesiástico, llevar el hábito clerical cuando todavía no se tienen catorce años puede despistarnos en nuestra época, en la que algunos psicólogos retrasan la adolescencia casi hasta los treinta años. Pero a comienzos del siglo XIX, la adolescencia no existía y la mayor parte de los muchachos de esta edad estaban ya comprometidos en lo que debía ser su medio de sustento como hombre: trabajando como tejedor, en las varas de un carro, en el fondo de una mina.

La vida de Luis se orienta. Y es, sin duda, cuando por estas fechas toma un compromiso decisivo: Hace voto de castidad. “Yo, Luis José María Querbes hago voto de castidad para toda mi vida”. El texto va escrito en un pequeño trozo de cartón. Está recubierto por una imagen del mismo formato que representa la Anunciación. Todo ello, protegido por un pergamino, se descubrió después de la muerte de Luis Querbes.

La forma de la escritura y el recuadro dibujado, cuyo trazado oculta en parte la última cifra de la fecha, no permite leer de manera segura el año en que se emitió este voto: “En Lyón, el 15 de octubre de 180...” se leyó 1803; más tarde, 1802, fundándose más en argumentos externos (Luis Gonzaga hizo su voto de castidad hacia los 9 ó 10 años), que en el documento mismo. Pero la escritura del trozo de cartón se parece a la de los cuadernos de apuntes de estudiante y la seguridad de trazo que se observa en la firma no es la de un niño.

Hugo Favre, que fue el vicario y sucesor de Luis Querbes y que hizo el inventario de sus papeles, sitúa el voto durante la tonsura (1807): “Fue, sin duda, con ocasión de esta ceremonia cuando él hizo su voto de castidad cuya fórmula se ha encontrado en sus escritos”. Desde luego, no se puede leer “1807”, pero se lee sin mucho problema “1808”. La interpretación de Hugo Favre es probablemente exacta: No se trata de un compromiso tomado por un niño en un momento de fervor, sino de una decisión que acompaña a un proceso (la primera comunión, la confirmación, la tonsura) y que orienta la vida de alguien que, dejándose agarrar por Dios hasta el fondo de su ser, se entrega a Él. El pergamino que guardaba el manuscrito está muy manoseado, como si Luis Querbes lo hubiera llevado consigo mucho tiempo.

Sin embargo sería un error colocar al muchacho en un pedestal: “Durante su juventud, cuenta su contemporáneo Carlos Saulin, era muy travieso. Le gustaba mucho tomar el pelo; incluso a una edad más avanzada era todavía feliz cuando podía gastar una broma a sus condiscípulos o a sus Hermanos. “Las páginas de las libretas que se conservan en los apuntes de Luis en esa época contienen, en los márgenes, junto a notas diversas, algunas historietas que pretendían ser chistosas y algunos juegos de palabras estudiantiles. “¿Nombre del peluquero de David? Amplius”. Esto debía provocar alguna sonrisa entre los monaguillos, cuando oían el cuarto versículo del Miserere: “Amplius, lava me...”

GUIDO MARÍA DEPLACE, EL MAESTRO

Hacia 1809 ó 1810 Luis hubiera debido abandonar la escuela de canto para ir a uno de los seminarios menores de la diócesis. El Señor Besson, párroco de San Nicecio, lo confió, juntamente con sus amigos Rabut y Steyert, a Guido María Deplace, hombre de una vasta cultura. Deplace (1772-1843) publicaba artículos y opúsculos sobre temas tan variados como las reglas de gramática, la defensa de los Mártires de Chateaubriand o la política de Napoleón.

Era también profesor de retórica y de filosofía, que hoy equivaldría a los dos cursos que preceden al ingreso a la Universidad, aunque no existen demasiados puntos comunes entre las clases y los programas de entonces y los de ahora. No enseñaba en un colegio, sino que recibía a los alumnos en su casa. “Sabio y educador de gente selecta”, así lo definía Camilo Letreille, Deplace marcó a generaciones de jóvenes.

Luis encontró en él una enseñanza personalizada que le permitió desarrollar sus talentos. Juan Pedro Blein, que no fue un testigo directo de este tiempo, pero que más tarde llegó a conocer muy bien a Luis Querbes, dice que estaba “dotado de una memoria prodigiosa, de una gran inteligencia y de una facilidad dialéctica excepcional, terminó pronto sus estudios literarios, con un curso completo de lengua latina, así como de elementos griegos”. El 24 de julio de 1812 recibió el grado de bachiller. Este examen oral, creado en 1808, acreditaba unos buenos estudios clásicos.

Las cartas que Luis Querbes ha conservado de Guido María Deplace permiten adivinar algo sobre la personalidad y la influencia que este maestro pudo ejercer sobre su discípulo. No vienen de un “magister” sentencioso, sino de un hombre honesto y de gran corazón. No vienen solamente de un profesor, sino de un maestro de vida y de un cristiano.

Deplace pasaba los veranos en Roanne lo cual dio pie a una correspondencia entre él y sus alumnos. Sus cartas, escritas en un tono familiar, parecen ignorar la diferencia de edad, de cultura y de posición entre maestro y alumno. Es un amigo quien habla: “ he recibido, querido Querbes, las dos cartas que me has escrito. Una antes y la otra después del pequeño viaje que acabas de hacer. Muchas gracias, te lo agradezco, pero permíteme que te diga al mismo tiempo que cuando se escribe a una persona a quien se quiere no se suele ser tan breve como tú. No basta limitarse a unas pocas líneas que parecen traicionar la impaciencia de llegar al le saludo atentamente, con esto no quiero decir que tú no me quieras; estoy bien persuadido de lo contrario, pero, precisamente, porque creo en tu afecto, no quiero que tus cartas se parezcan a cartas de negocios o de cumplimiento”.

“Tú buen amigo, nuestro querido Steyert, ha hecho todavía peor que tú; me ha enviado sus profundos respetos al final de diez o doce líneas muy separadas, muy cortas y muy estudiadas para que parezcan más largas. Es exactamente como yo suelo hacer cuando escribo a algunas personas con las que quiero limitarme a guardar las apariencias”.

“Rabut ha llegado a escribirme una vez, ¡Quizá le duele la mano derecha! ¡O a lo mejor no tiene tinta ni papel! ¡Puede ser que una enfermedad del cerebro haya borrado de su memoria el recuerdo de su maestro y de sus amigos!”.

“Llevo aquí una vida que no merece la pena. Demasiado tiempo para dormir, demasiado tiempo para comer, demasiado tiempo para correr, demasiado tiempo para hacer el loco y reír, y demasiado poco tiempo para hacer el bien, para trabajar o para rezar. Heme aquí al final de mis excesos. Dentro de doce o trece días estaré ya en Lyón, tendré que recomenzar el trabajo. Creo que tendré pocas veces alumnos a los que mi corazón se vincule tan fuertemente como a tres o cuatro ingratos con sotana, que tú conoces bien y uno de los cuales lleva tu nombre” (14 de octubre de 1813).

Deplace encarga a su alumno pequeños recados: comprar un libro, traerle un tejido, llevar una carta, conectar con cierta persona. Pide noticias de la parroquia, de lo que se dice en la ciudad. Le cuenta cosas de su vida en Roanne, de sus negocios, de la enfermedad que padecen sus hijos y que se lleva a uno de ellos.

Le da ánimos y consejos amistosos: “Te felicito, querido hijo, por haber asegurado tu entrada en el seminario. Trata de afianzarte cada vez más en el espíritu de tu vocación. Has elegido la mejor parte y no dudo que Dios bendecirá tus esfuerzos para asegurar tu salvación, trabajando en la de los demás. Mis deseos de felicidad hacia ti son como los de un padre hacia su hijo” (13 de octubre de 1812).

“Respecto a tus proyectos, lo mejor, querido amigo, es no hacerlos. Esfuérzate sobre todo en fortalecerte en la piedad, en el amor de Dios, en liberarte de todo lo que te ata a la tierra. Lleva al Seminario el deseo de instruirte para gloria de Dios y para tu salvación. Ante todo no te inquietes por los demás” (19 de octubre de 1812).

“Dedica algunos momentos cada día al estudio de la Sagrada Escritura. Trata, sobre todo, de adquirir el conocimiento de los salmos que tendrás obligación de rezar un día y acuérdate de que no hay espíritu, ni trabajo, ni conocimientos, que puedan suplir lo que falta a un sacerdote que no se ha familiarizado con los libros sagrados”. (24 de septiembre de 1813).

La correspondencia sigue durante mucho tiempo, aún después de que el alumno ha dejado al maestro. Luis ha conservado sus cartas. Quizá es lo que le hizo: habituarse a guardar todas las cartas recibidas. A su muerte tendrá casi 10.000.

2.3 Preguntas personales

1) Trata de recordar tu etapa de educación básica, tu escuela, compañeros, tus profesores, anécdotas, etc. ¿Cómo podrías describir esa etapa?

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2) ¿Qué recuerdas con más fuerza y cariño de esa etapa de tu vida?

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3) ¿Qué cosas te chocaban más?

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4) ¿En qué aspecto de tu personalidad influyó esa etapa?

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5) ¿Cómo recuerdas el día de tu Primera Comunión y la Confirmación? Escribe: fechas, catequistas, parroquia, padrinos, sacerdote, preparación, etc.

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2.4. Complementación Doctrinal:

LITURGIA Y EUCARISTÍA.

LITURGIA.

A lo largo del año, la Iglesia va presentándonos en fiestas particulares lo que Dios ha hecho, por medio de Jesucristo, a favor de los hombres. En la liturgia se pone al alcance de los fieles la eficacia de la salvación que tiene la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Quien, a lo largo del año, celebra juntamente con la Iglesia el culto diario, entrará en comunión más profunda con Cristo y se hará partícipe de la eficacia salvífica de nuestro Señor.

La fiesta cumbre del año Litúrgico es la Pascua o como más popularmente se la conoce como "Semana Santa", donde la muerte es vencida por la Resurrección de Jesucristo realizada por el Padre. Esta dura hasta Pentecostés (fiesta de la venida del Espíritu Santo). La Iglesia se prepara para la fiesta de la Pascua con un tiempo de Penitencia Pascual, la Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante cuatro días. La fiesta de la Pascua no cae en un día determinado del año civil, sino que se rige por la costumbre judía de fijar la fecha de la Pascua Hebrea. En efecto, ésta se celebra siempre el primer día plenilunio (luna llena) de primavera, y la fiesta cristiana de la Pascua se celebra siempre el domingo siguiente a ese día. Por tanto, la fiesta de la Pascua y todas las que dependen de ella (como la Ascensión, Pentecostés, domingo de la Santísima Trinidad y el jueves de Corpus Christi, Cuerpo de Cristo) son "Fiestas Movibles".

La fiesta más grande después de la Pascua (Semana santa) es la Navidad, que entre nosotros conocemos como Pascua. Pero que no tiene nada que ver con la Semana Santa. En la Navidad, se celebra el nacimiento de Jesucristo. Fiesta que se celebra tradicionalmente el 25 de Diciembre. En la liturgia se celebra el tiempo de Navidad, hasta Epifanía (o "manifestación del Señor", el 6 de enero o el segundo domingo después de Navidad). El tiempo de preparación para la Navidad se llama Adviento (llegada de Jesús). Con el primero de los cuatro domingos de Adviento, comienza el año litúrgico.

Los domingos que quedan entre Epifanía y la Cuaresma, y entre Pentecostés y Adviento se denominan domingos del "Tiempo Ordinario". Su color litúrgico es el verde. En cambio para las fiestas de Cuaresma, Semana Santa y Adviento es el morado; para Pentecostés es el rojo.


LA EUCARISTÍA.

La Eucaristía es uno de los siete sacramentos, ya habíamos visto el del Bautismo.

En la celebración de la Eucaristía o misa (envío), tenemos la plenitud de la liturgia, en ella se celebra la vida, muerte y resurrección de Jesús. Es conmemoración (o recuerdo) de la última Cena que Jesús celebró con sus amigos (ver 1Cor. del 11,23-25).

Al celebrar la misa, celebramos que Él está con nosotros. Lo importante que Jesús es para la Iglesia, aparece en la fracción del pan : Él es tan necesario para la vida como lo es el pan. Jesús se distribuye a los hombres, lo mismo que se parte el pan para repartirlo bajo las apariencias ("especies") de pan y vino. Jesús se entrega como alimento a los hombres. Lo que Él hizo en su vida y en su muerte, en su morir y resucitar por los hombres, todo eso se lo da él aquí a los hombres. Y de eso vive la Iglesia. De ese modo los cristianos se convierten en un cuerpo: el Cuerpo de Cristo.

Estructura de la misa

La misa comprende las siguientes partes:
a) Rito de inicio: saludo al pueblo y el acto de reconocimiento de los pecados.
b) Liturgia de la Palabra: que comprende una primera lectura que generalmente está tomada de un texto del Antiguo Testamento. La segunda corresponde a un texto de los Hechos de los Apóstoles o alguna Carta de los Apóstoles. La última lectura corresponde a un pasaje de los Evangelios. Posteriormente son comentados por el sacerdote. Luego se hacen peticiones por las diversas necesidades de las personas y la comunidad.
c) Preparación de las Ofrendas: donde se presentan el pan y el vino, que el sacerdote prepara para ser consagrados, junto con los esfuerzos nuestros por hacer este mundo más humano y solidario.
d) Celebración Eucarística: comprende la plegaria eucarística invocando el Espíritu Santo sobre las ofrendas, que culmina con la consagración del pan y del vino como cuerpo y sangre de Jesucristo sacramentado.
e) Acción de gracias: donde se agradece los bienes recibidos durante la semana y sobre todo la del propio Jesucristo como nuestro pan de cada día.
f) Rito de Despedida: donde se invoca sobre el pueblo de Dios, su bendición para llevar adelante la misión de hacer vida lo que se ha celebrado.

Los sacramentos

Se orientan hacia el curso de la vida del hombre. En los momentos culminantes y en los momentos críticos de su vida, la Iglesia - en nombre de Jesucristo- le otorga eficazmente la salvación, el amor divino, la gracia de Dios. E indica por medio de acciones con valor de signos, como se vuelve Dios a los hombres.
En el sacramento del bautismo se promete eficazmente al hombre, al comienzo de su vida de cristiana, la comunión con Jesucristo y con todos los hombres.
En la confirmación se consolida con el poder del Espíritu Santo lo que comenzó en el bautismo la vida del cristiano.
Aún en el pecado, el cristiano no se encuentra sin un signo de la cercanía de Dios. En el sacramento de la Reconciliación, Dios ofrece la reconciliación y le concede nuevo perdón.
A quién está gravemente enfermo, en la unción de los enfermos se le promete y comunica valor y esperanza en la salvación de Dios y su misericordia.
Por medio del sacramento del orden se concede el cargo de un servicio especial en la Iglesia.
En el sacramento del matrimonio se promete a los esposos que el amor de Dios va a permanecer activo en su amor recíproco. La comunidad conyugal se convierte en signo de la comunión que Dios nos concede como un regalo.


3 - TRABAJO GRUPAL

- Exposición de fotos de nuestra Primera Comunión (o de la niñez).

- Compartir las impresiones, sentimientos, recuerdos, etc...de la Primera Comunión.

- Compartir las respuestas a las preguntas de la parte personal.

- Oración final. (Dar gracias, pedir perdón, pedir ayuda.)


4. EVALUACIÓN

1.) ¿Qué importancia tenía para el P. Luis Querbes la Eucaristía? ¿Cómo vivió su Primera Comunión?

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2) ¿En qué ambiente se formó el P. Luis Querbes en su niñez?

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3) ¿Qué nos va recordando la liturgia durante el año?

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4) ¿Qué se celebra en la Eucaristía (Misa)?

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5) ¿En qué sentido te ha ayudado la participación en la Eucaristía?

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martes, 1 de marzo de 2011

CAMINANDO CON LUIS QUERBES (1)

Querido amigo:

Tengo el agrado de presentarte este primer texto de querbesianismo basado en el libro “LUIS QUERBES Y LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR” del H. Robert Bonnafous c.s.v.

Este texto pretende ayudarte para que conozcas en mayor profundidad la vida y obra del P. Luis Querbes y avances en fidelidad creativa respecto del carisma que la Iglesia nos ha entregado.

El P. Luis Querbes recibió el carisma de fundación. Tomó conciencia de una situación que había que cambiar en el mundo de su tiempo y en la Iglesia. El Señor le dotó de un don de lucidez que le permitió captar el sufrimiento del Pueblo de Dios. La situación que quiso cambiar ya no existe.. Y, sin embargo, sigue siendo tan vital para nosotros.

De nosotros depende retomar su carisma y reinterpretarlo, encarnarlo en el mundo que es el nuestro, hoy.

Esperamos que “CAMINANDO CON LUIS QUERBES” te ayude a revisar tu trabajo diario y tus motivaciones, objetivos y principios de vida, y que la visión viatoriana como línea orientadora sea realmente una prioridad en tu vida.


Gerardo Soto Toledo. c.s.v.



1

"NACER EN LYON BAJO EL TERROR"

1. OBJETIVOS :

- Conocer el ambiente socio-político al nacer el niño Luis Querbes.
- Valorar la actitud de sus padres como cristianos comprometidos.
- Conocer los orígenes familiares del P. Luis Querbes.
- Valorar la actitud de la Iglesia en tiempos difíciles.
- Conocer elementalmente lo que es el Bautismo y su importancia.
- Valorar nuestros orígenes y el tiempo que nos toca vivir.

2. TRABAJO PERSONAL

2.1. Oración:

- Lee el siguiente texto :

" Nosotros, Clérigos de San Viator, acogemos la vida religiosa como un don que Dios nos ofrece cada día, para la realización de su Reino. Llamados a vivir los consejos evangélicos queremos profundizar en nuestro compromiso bautismal, siguiendo a Jesús casto, pobre y obediente.
Atraídos por el Señor y dóciles a la acción de su Espíritu, hacemos profesión de amarle sobre todas las cosas y de participar de forma peculiar en la misión evangelizadora confiada a todo el Pueblo de Dios." (Const. 1).

OREMOS:

Señor, Tú que nos haces participar del misterio de la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que fortalecidos por el Espíritu de Adopción filial, caminemos siempre en una constante renovación de vida y enséñanos a buscar y hallar nuevos desafíos, necesidades, nuevas formas de llevar a cabo el carisma Congregacional para responder de forma dinámica y creativa a la vocación que nos has llamado.

2.2. Lee el siguiente documento.

Subraya lo que te llama la atención o escribe al margen tus impresiones.

JOSÉ Y JUANA, LOS SASTRES

Los Querbes se iban transmitiendo el oficio de sastre de padres a hijos. ¿Qué otra cosa se podía hacer en el altiplano de Lévezou cuando no poseían tierras? Se podía ser carretero, herrero, tejedor, sastre. Se iba de feria en feria, esperando que los clientes vinieran a entregar los paños que las ruecas y el trabajo de las mujeres habían hilado y tejido y en la siguiente feria se entregaba el traje ya terminado.

Los productos de la región eran de lana, hilo o cáñamo. El cáñamo ha dado su nombre al pueblito de donde habitó la familia: Les canabiéres (país del cáñamo), una parroquia situada a más de 900 metros de altitud y a unos 30 kilómetros de Rodez, en esa región de Rouergue tan apartada de las grandes vías de comunicación y que permanecía un poco replegada sobre sí misma.

José Querbes, hijo de Pedro y de María Soulier, había nacido allí el 3 de julio de 1.763. Sus cuatro hermanos más jóvenes también fueron sastres. Sin embargo, parece que dos de ellos lograron comprar algunas tierras, ya que a su muerte fueron inscritos como “propietarios”.

José, provisto de un certificado proporcionado por el párroco y el alcalde de la comunidad de Cannabiéres, abandonó el pueblo en 1.784. ¿ Por qué él, el mayor de los hijos varones, no se quedó en el pueblo? Quizá por recorrer Francia como aprendiz. Finalmente, se estableció en Lyón. Su partida de matrimonio, en 1792 señala que “ejerce desde hace varios años el oficio de sastre, en esta ciudad”.

Los Brebant eran agricultores cerca de Trévoux, a varias leguas del río Saona, en la provincia de Dombes. Benito Brebant, viudo, volvió a casarse con Philippine Lambert, también viuda. Él tenía dos hijos y ella cuatro. Luego tuvieron otros cuatro. Su tercer vástago, Juana, nació el 11 de mayo de 1.776 y fue bautizada en la Iglesia de Santa Eufemia. Más tarde, en el acta de matrimonio dirá haber nacido en el pueblo vecino, Saint-Didier de Formans.

También ella vino a vivir a Lyon. El contrato de matrimonio indica que “ejerce en esta ciudad desde hace varios años el oficio de modista para mujeres”.
Los caminos de José y Juana se cruzaron, y se casaron el 18 de diciembre de 1.792. Él tenía 29 años y ella 26. Juana llevó como dote “la suma de 2.000 libras compuesta parte en especie, parte en el valor de su ropa blanca, vestuario y joyas, muebles y efectos que amueblan el apartamento que ocupa en esta ciudad”. Se trata de una suma interesante que debía permitir un cómodo comienzo de vida en común. Pero el clima político de la época no se prestaba demasiado a las alegrías ni a la vida apacible de coser tranquilamente detrás del mostrador.

LYÓN DURANTE LA REVOLUCIÓN

José Querbes y Juana Brebant habitaban en la calle del Enfant-qui-pisse en el barrio del Ayuntamiento. La calle es prolongación de La Lanterne y tomará este nombre en 1.846.

Con sus 150.000 habitantes, Lyón era entonces la segunda ciudad del reino. Tenía una larga tradición manufacturera especializada en el trabajo de la seda. La “Fábrica” proporcionaba trabajo unos 15.000 telares. Esto había desarrollado una burguesía, uno de cuyos rasgos característicos, según decían, era la avidez por las ganancias.

Los años que habían precedido a la Revolución se caracterizaron por una profunda crisis económica que redujo mucho la demanda de la seda. En 1.789 había 9.000 familias indigentes.

La práctica religiosa estaba un tanto adormecida y la ciudad no se caracterizaba demasiado por un cristianismo vigoroso.

Lyón había entrado sin grandes problemas en la Revolución. Se había contagiado, como otras ciudades de Francia, por la fiebre de la palabra. Se multiplicaban los clubes y las manifestaciones. El Terror no tardó en llegar proveniente de París. José Chalier, el Robespierre local, estimaba que la ciudad necesitaba ser purgada y que era necesario “ exterminar en Lyón todo lo que pudiera llamarse aristócrata, moderado, especulador, acaparador, usurero, lo mismo que a la fanática casta sacerdotal”. La guillotina se alzó en la plaza de los Terreaux, la plaza del Ayuntamiento.

Pero Lyón era una ciudad de negocios y los negocios suponen un clima de paz o al menos de orden. Como muchas otras ciudades francesas no soportaba los excesos del centralismo jacobino, sino que deseaba una Francia federal como lo preconizaba el partido Girondino, federalista. El día en que la Revolución tocó a sus bancos, a su economía, a sus sacerdotes, a su autonomía, Lyón no pudo menos de sublevarse.

Es lo que pasó a finales de mayo de 1.793. Se sucedieron días y noches de tumultos que acabaron con la detención de Chalier y sus secuaces. Éste fue juzgado y guillotinado; pero antes de conducirlo al patíbulo, el condenado fue exhibido por las calles y callejuelas del barrio de los Terreaux ante una muchedumbre excitadísima. Tuvo que pasar justo por delante de la casa donde habitaban José y Juana.

La sublevación estaba animada por federalistas y republicanos moderados, crispados por el extremismo parisino. También los partidarios de la realeza, que encontraban en esto una buena ocasión de revancha, apoyaban el movimiento, que aglutinaba varias corrientes detestadas por París. Era un desafío al poder central. La capital no podía tolerarlo.

Robespierre y el Comité de Salvación pública ordenaron al general Kellerman y al ejército de los Alpes con 25.000 soldados atacar Lyón. Guardias nacionales venidos de Auvernia y capitaneados por Dubois-Grancé participaron en el sitio de la ciudad que se hizo con cierta lentitud. Hubo varios intentos de reconciliación que resultaron inútiles. Lyón estaba mal defendida y mal equipada para resistir. Dominada de Norte a Oeste por las alturas, estaba al alcance del fuego de los sitiadores. Los 7.000 voluntarios que cogieron las armas para defender la ciudad procedían de todas las clases sociales. El municipio no encontró para capitanearlos más que un realista, el Conde de Précy.

El 8 de agosto el bloqueo es total. Los lioneses, que se preparan a padecer los rigores del sitio, no saben que durará dos meses y que les va a tocar vivir uno de los episodios más trágicos de toda la Revolución.

21 DE AGOSTO. NACIMIENTO DE JUAN LUIS JOSÉ MARÍA

El bombardeo comienza el 10 de agosto. Las jornadas de intensos ataques se van alternando con días y noches más tranquilos, quizá para intentar un arreglo o sencillamente porque se han agotado las municiones. ¡Era lo que faltaba! La República, que se ha puesto a echar cuentas, anotará 44.000 balas de cañón. Estos proyectiles, calentados al rojo vivo, pueden ser devastadores. De hecho, fueron destruidas 1.600 casas.

El 15 de agosto se intensifican los bombardeos. Tras una tregua se reinician el 22 de agosto. “Fue el fuego del infierno, dice un testigo, en esa noche murieron 2.000 personas”. 7 horas de bombardeo.

La víspera, el 21 de agosto de 1.793, a las tres de la tarde, Juana Brebant dio a luz a su primogénito Juan Luis José María. Se llamó Juan, como su madre, José, como su padre, María, sin duda a causa de la devoción mariana de sus padres. ¿Y Luis? Nadie lleva este nombre en la familia de los Querbes ni en la familia de los Brebant. Pero hace siete meses que se guillotinó a Luis XIV y los católicos desean recordar a un rey mártir. El niño fue bautizado ese mismo día en San Pedro muy cerca de allí. Se ha perdido el registro. Doce años más tarde los padres lo inscribieron en los registros de catolicidad de la parroquia de Saint-Nizier, de la que dependían entonces. Testificaron que su hijo había sido bautizado en San Pedro. No se menciona el nombre del sacerdote que lo bautizó.

Al día siguiente de su nacimiento, José Querbes inscribió a su hijo en el registro civil. Los testigos fueron Luis Blanc y Martín José Chaze, ambos sastres.

¡Lúgubre atmósfera para celebrar el nacimiento de un primer hijo! Durante los días siguientes recrudeció el sitio. Según un relato, Juana Brebant tuvo que huir de su casa, donde había caído una bomba, llevando al niño en sus brazos. La anécdota se debe a uno de los primeros compañeros de Luis Querbes, Hugo Favre. Esto ilustra bien los horribles días del verano de 1.793. Dos meses de asedio.

El 8 de octubre las tropas de la Revolución entraron en la ciudad. El poder central, enfrentado a otras tendencias secesionistas, quiso dar un ejemplo para todos y decretó una represión sin piedad: “Lyón ha luchado contra la libertad, Lyón no existe”. La ciudad debía ser arrasada. Se crean tres tribunales. Procesos expeditivos, juicios sumarísimos y condenaciones sin apelación. En pocos meses son guillotinadas más de 800 personas y fusiladas más de 1.200. Para acelerar las ejecuciones, se ametrallaba por grupos a los condenados en la llanura de Broteaux. Chalier fue deificado en una mascarada en la que pasearon un asno cubierto con una capa litúrgica con una mitra en la cabeza y un leccionario litúrgico atado al rabo.

Este clima de violencia y de represión salvaje marcaban profundamente la memoria colectiva de varias generaciones de lioneses. Cesantía y racionamiento.

No se sabe con precisión cómo vivieron José y Juana este duro período. Juan Bautista Clavel el primer biógrafo de Luis Querbes precisa que José combatió al lado de los sitiados, que resulta muy verosímil, ya que todo el que podía tomar un arma u ofrecer algún servicio a los defensores participó en la defensa de la ciudad. Añade que José se vio obligado a esconderse para escapar de las represalias y no reapareció entre los suyos hasta después de la caída de Robespierre (julio de 1794). También es muy verosímil.

JAIME LINSOLAS Y EL CULTO ESCONDIDO

Antes de la Revolución, la diócesis de Lyón abarcaba casi todos los departamentos del Ródano, del Lira y la mitad de los departamentos del Ain. Contaba con más de 2.000 sacerdotes y religiosos y un número aún mayor de religiosas. La mayor parte de la población se decía cristiana, aunque su cristianismo se manifestara con evidentes señales de agotamiento. El número de ordenaciones y de profesiones religiosas había ido descendiendo paulatinamente durante los 30 años que precedieron el 1.789. Los conventos, que en este lapso de tiempo perdieron el 40% de sus religiosos, eran frecuentemente criticados y tenían fama de albergar a “piadosos holgazanes”.

En la primavera de 1.791 una gran mayoría de sacerdotes de las parroquias (85%) había prestado el juramento constitucional. Pero la diócesis conoció pronto, como las demás diócesis de Francia, la ruptura y las tensiones entre los “juramentados” y los “no juramentados”, así como el desconcierto de los fieles. Con las medidas de control, de persecución y finalmente de descristianización tomadas por la Convención y el Comité de salvación pública, los sacerdotes, juramentados o no, fueron perseguidos, suprimido el culto y cerradas las iglesias.

Poco a poco se organizó una Iglesia de catacumbas con una red de comunicaciones, de lugares de culto clandestinos y de sacerdotes que con peligro de sus vidas aseguraban un servicio pastoral a los cristianos. La diócesis de Lyón, fue sin duda, la diócesis de Francia dotada con la organización más “eficaz”. Creó el “culto escondido”, organizado y animado por Jaime Linsolas, Vicario general del Obispo de Lyón en el destierro.

Linsolas tenía 40 años. Había nacido en Lyón en la parroquia de San Nicecio. Había intentado ir a las misiones extranjeras, pero su salud se lo impidió y se vio obligado a ejercer el sacerdocio en San Nicecio, primero como coadjutor y luego como canónigo de la Iglesia. Era el encargado del catecismo de perseverancia.

Se reveló como organizador y un animador extraordinario. Dividió la diócesis en zonas de misión. Puso al frente de cada misión a un sacerdote, jefe de misión, al que concedió poderes especiales. Este sacerdote animaba a los misioneros que dependían de él y que, con gran riesgo, visitaban el sector que les habían encomendado desplazándose frecuentemente de noche. Eran ayudados por laicos, jefes de pueblo y por catequistas. El catequista era el hombre responsable de un pequeño grupo de fieles, presidía las reuniones clandestinas, animaba a unos y otros en ausencia del misionero. Además de los catequistas estables, había unos catequistas “ambulantes” que acompañaban al sacerdote y unos catequistas “precursores” que preparaban la visita del misionero. En el “culto escondido” participaban 700 sacerdotes: 130 fueron capturados y ejecutados. No se sabe el número de catequistas que corrieron la misma suerte. 400 sacerdotes prefieren el exilio, 300 abandonan su compromiso para casarse.

Linsolas desarrollaba una actividad desbordante. Regía la diócesis con intransigente firmeza. Para él, la Revolución era “el desastre” que tenía su origen en la debilitación de la fe y de la práctica religiosa, en la ignorancia de la religión y en la relajación de las costumbres. Y esto no lo pensaba solamente él, sino muchos de los cristianos que pasaron esta prueba.

Aunque no se pueden detectar los caminos de la gracia, se puede decir que todos estos años de “culto escondido” fueron el comienzo de un profundo despertar de la fe en toda la diócesis. Gracias a esta red compleja, los cristianos iban responsabilizándose y realizaban gestos comprometedores. Muchos sacerdotes y seglares confesaron en el patíbulo su fe. Durante todos estos años se preparaba una cosecha, se echaban raíces. Unos años más tarde la renovación espiritual estallaría a la luz del día y haría de Lyón un lugar privilegiado del cristianismo en Francia. No tenemos ningún testimonio serio que nos permita decir cómo José y Juana vivieron este período. Juana participaría probablemente a escondidas con el sacerdote Recobert, un sacerdote refractario, con las consecuencias que podían derivarse. Sin duda conoció a Francisca Michallet, que vivía muy cerca, y que fue guillotinada en febrero de 1.794 por acoger a los sacerdotes. Francisca era la animadora de un grupo de mujeres creado por Linsolas. Tenía treinta y cuatro años.

2.3. Preguntas Personales :

1) Relájate y durante unos 20 minutos, trata de formarte una idea de cuando naciste, tus padres, abuelos, casa, pueblo o ciudad, tu bautismo, parroquia, fechas, etc. ¿Cómo podrías describir esa etapa?

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3) ¿ Qué acontecimientos de esa época te dejaron una enorme gratitud?

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4) ¿ Sabes la fecha de tu bautismo, el nombre de quién te bautizó, parroquia o capilla, tus padrinos? Escríbelos:

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5. Pide un certificado de tu bautismo en la parroquia donde fuiste bautizado, si no lo tienes, y ponlo enmarcado en un lugar destacado.

6. Enuncia algunos acontecimientos importantes de la sociedad y de la Iglesia que sucedieron durante tus cinco primeros años de edad.

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2.4. Complementación Doctrinal :

El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios; llegamos a ser miembros de Cristo, somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.

Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo.

Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado. En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.

No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o "fomes peccati": "La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5).

El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creación" (2Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios(Gál 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2P 1,4), miembro de Cristo ( 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con El (Rom 8,17) y templo del Espíritu Santo (1Co 6,19).

Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo (1Co 6,19), sino que murió y resucitó por nosotros (2Co 5,15). Por tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1 Co 16,15-16), a servirles (Jn 13, 12-15) en la comunión de la Iglesia, y a ser "obediente y dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb 13,17) y a considerarlos con respeto y afecto (1 Ts 5,12-13). Del mismo modo que el Bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la Palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia.

Incorporados a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo. El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación. Dado de una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado.

Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano. El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz.

El "sello del Señor", es el sello con que el Espíritu nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4 30; Ef 1, 13-14; 2Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida eterna". El fiel que "guarde el sello" hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con el "signo de la fe, con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión bienaventurada de Dios - consumación de la fe - y en la esperanza de la resurrección”.

Catecismo de la Iglesia Católica.



4. EVALUACIÓN

1.- Nombra los miembros de la familia Querbes.

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2.- ¿ Por qué el niño Luis recibió esos nombres ?

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3.- ¿ En qué trabajaban los padres de Luis ?

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4.- Enumera tres características de Jaime Linsolas.

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5.- ¿ Quiénes son los sacerdotes juramentados y no juramentados?

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6.- Define el Bautismo y sus gracias con tus propias palabras:

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