Querido amigo:
Tengo el agrado de presentarte este primer texto de querbesianismo basado en el libro “LUIS QUERBES Y LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR” del H. Robert Bonnafous c.s.v.
Este texto pretende ayudarte para que conozcas en mayor profundidad la vida y obra del P. Luis Querbes y avances en fidelidad creativa respecto del carisma que la Iglesia nos ha entregado.
El P. Luis Querbes recibió el carisma de fundación. Tomó conciencia de una situación que había que cambiar en el mundo de su tiempo y en la Iglesia. El Señor le dotó de un don de lucidez que le permitió captar el sufrimiento del Pueblo de Dios. La situación que quiso cambiar ya no existe.. Y, sin embargo, sigue siendo tan vital para nosotros.
De nosotros depende retomar su carisma y reinterpretarlo, encarnarlo en el mundo que es el nuestro, hoy.
Esperamos que “CAMINANDO CON LUIS QUERBES” te ayude a revisar tu trabajo diario y tus motivaciones, objetivos y principios de vida, y que la visión viatoriana como línea orientadora sea realmente una prioridad en tu vida.
Gerardo Soto Toledo. c.s.v.
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"NACER EN LYON BAJO EL TERROR"
1. OBJETIVOS :
- Conocer el ambiente socio-político al nacer el niño Luis Querbes.
- Valorar la actitud de sus padres como cristianos comprometidos.
- Conocer los orígenes familiares del P. Luis Querbes.
- Valorar la actitud de la Iglesia en tiempos difíciles.
- Conocer elementalmente lo que es el Bautismo y su importancia.
- Valorar nuestros orígenes y el tiempo que nos toca vivir.
2. TRABAJO PERSONAL
2.1. Oración:
- Lee el siguiente texto :
" Nosotros, Clérigos de San Viator, acogemos la vida religiosa como un don que Dios nos ofrece cada día, para la realización de su Reino. Llamados a vivir los consejos evangélicos queremos profundizar en nuestro compromiso bautismal, siguiendo a Jesús casto, pobre y obediente.
Atraídos por el Señor y dóciles a la acción de su Espíritu, hacemos profesión de amarle sobre todas las cosas y de participar de forma peculiar en la misión evangelizadora confiada a todo el Pueblo de Dios." (Const. 1).
OREMOS:
Señor, Tú que nos haces participar del misterio de la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que fortalecidos por el Espíritu de Adopción filial, caminemos siempre en una constante renovación de vida y enséñanos a buscar y hallar nuevos desafíos, necesidades, nuevas formas de llevar a cabo el carisma Congregacional para responder de forma dinámica y creativa a la vocación que nos has llamado.
2.2. Lee el siguiente documento.
Subraya lo que te llama la atención o escribe al margen tus impresiones.
JOSÉ Y JUANA, LOS SASTRES
Los Querbes se iban transmitiendo el oficio de sastre de padres a hijos. ¿Qué otra cosa se podía hacer en el altiplano de Lévezou cuando no poseían tierras? Se podía ser carretero, herrero, tejedor, sastre. Se iba de feria en feria, esperando que los clientes vinieran a entregar los paños que las ruecas y el trabajo de las mujeres habían hilado y tejido y en la siguiente feria se entregaba el traje ya terminado.
Los productos de la región eran de lana, hilo o cáñamo. El cáñamo ha dado su nombre al pueblito de donde habitó la familia: Les canabiéres (país del cáñamo), una parroquia situada a más de 900 metros de altitud y a unos 30 kilómetros de Rodez, en esa región de Rouergue tan apartada de las grandes vías de comunicación y que permanecía un poco replegada sobre sí misma.
José Querbes, hijo de Pedro y de María Soulier, había nacido allí el 3 de julio de 1.763. Sus cuatro hermanos más jóvenes también fueron sastres. Sin embargo, parece que dos de ellos lograron comprar algunas tierras, ya que a su muerte fueron inscritos como “propietarios”.
José, provisto de un certificado proporcionado por el párroco y el alcalde de la comunidad de Cannabiéres, abandonó el pueblo en 1.784. ¿ Por qué él, el mayor de los hijos varones, no se quedó en el pueblo? Quizá por recorrer Francia como aprendiz. Finalmente, se estableció en Lyón. Su partida de matrimonio, en 1792 señala que “ejerce desde hace varios años el oficio de sastre, en esta ciudad”.
Los Brebant eran agricultores cerca de Trévoux, a varias leguas del río Saona, en la provincia de Dombes. Benito Brebant, viudo, volvió a casarse con Philippine Lambert, también viuda. Él tenía dos hijos y ella cuatro. Luego tuvieron otros cuatro. Su tercer vástago, Juana, nació el 11 de mayo de 1.776 y fue bautizada en la Iglesia de Santa Eufemia. Más tarde, en el acta de matrimonio dirá haber nacido en el pueblo vecino, Saint-Didier de Formans.
También ella vino a vivir a Lyon. El contrato de matrimonio indica que “ejerce en esta ciudad desde hace varios años el oficio de modista para mujeres”.
Los caminos de José y Juana se cruzaron, y se casaron el 18 de diciembre de 1.792. Él tenía 29 años y ella 26. Juana llevó como dote “la suma de 2.000 libras compuesta parte en especie, parte en el valor de su ropa blanca, vestuario y joyas, muebles y efectos que amueblan el apartamento que ocupa en esta ciudad”. Se trata de una suma interesante que debía permitir un cómodo comienzo de vida en común. Pero el clima político de la época no se prestaba demasiado a las alegrías ni a la vida apacible de coser tranquilamente detrás del mostrador.
LYÓN DURANTE LA REVOLUCIÓN
José Querbes y Juana Brebant habitaban en la calle del Enfant-qui-pisse en el barrio del Ayuntamiento. La calle es prolongación de La Lanterne y tomará este nombre en 1.846.
Con sus 150.000 habitantes, Lyón era entonces la segunda ciudad del reino. Tenía una larga tradición manufacturera especializada en el trabajo de la seda. La “Fábrica” proporcionaba trabajo unos 15.000 telares. Esto había desarrollado una burguesía, uno de cuyos rasgos característicos, según decían, era la avidez por las ganancias.
Los años que habían precedido a la Revolución se caracterizaron por una profunda crisis económica que redujo mucho la demanda de la seda. En 1.789 había 9.000 familias indigentes.
La práctica religiosa estaba un tanto adormecida y la ciudad no se caracterizaba demasiado por un cristianismo vigoroso.
Lyón había entrado sin grandes problemas en la Revolución. Se había contagiado, como otras ciudades de Francia, por la fiebre de la palabra. Se multiplicaban los clubes y las manifestaciones. El Terror no tardó en llegar proveniente de París. José Chalier, el Robespierre local, estimaba que la ciudad necesitaba ser purgada y que era necesario “ exterminar en Lyón todo lo que pudiera llamarse aristócrata, moderado, especulador, acaparador, usurero, lo mismo que a la fanática casta sacerdotal”. La guillotina se alzó en la plaza de los Terreaux, la plaza del Ayuntamiento.
Pero Lyón era una ciudad de negocios y los negocios suponen un clima de paz o al menos de orden. Como muchas otras ciudades francesas no soportaba los excesos del centralismo jacobino, sino que deseaba una Francia federal como lo preconizaba el partido Girondino, federalista. El día en que la Revolución tocó a sus bancos, a su economía, a sus sacerdotes, a su autonomía, Lyón no pudo menos de sublevarse.
Es lo que pasó a finales de mayo de 1.793. Se sucedieron días y noches de tumultos que acabaron con la detención de Chalier y sus secuaces. Éste fue juzgado y guillotinado; pero antes de conducirlo al patíbulo, el condenado fue exhibido por las calles y callejuelas del barrio de los Terreaux ante una muchedumbre excitadísima. Tuvo que pasar justo por delante de la casa donde habitaban José y Juana.
La sublevación estaba animada por federalistas y republicanos moderados, crispados por el extremismo parisino. También los partidarios de la realeza, que encontraban en esto una buena ocasión de revancha, apoyaban el movimiento, que aglutinaba varias corrientes detestadas por París. Era un desafío al poder central. La capital no podía tolerarlo.
Robespierre y el Comité de Salvación pública ordenaron al general Kellerman y al ejército de los Alpes con 25.000 soldados atacar Lyón. Guardias nacionales venidos de Auvernia y capitaneados por Dubois-Grancé participaron en el sitio de la ciudad que se hizo con cierta lentitud. Hubo varios intentos de reconciliación que resultaron inútiles. Lyón estaba mal defendida y mal equipada para resistir. Dominada de Norte a Oeste por las alturas, estaba al alcance del fuego de los sitiadores. Los 7.000 voluntarios que cogieron las armas para defender la ciudad procedían de todas las clases sociales. El municipio no encontró para capitanearlos más que un realista, el Conde de Précy.
El 8 de agosto el bloqueo es total. Los lioneses, que se preparan a padecer los rigores del sitio, no saben que durará dos meses y que les va a tocar vivir uno de los episodios más trágicos de toda la Revolución.
21 DE AGOSTO. NACIMIENTO DE JUAN LUIS JOSÉ MARÍA
El bombardeo comienza el 10 de agosto. Las jornadas de intensos ataques se van alternando con días y noches más tranquilos, quizá para intentar un arreglo o sencillamente porque se han agotado las municiones. ¡Era lo que faltaba! La República, que se ha puesto a echar cuentas, anotará 44.000 balas de cañón. Estos proyectiles, calentados al rojo vivo, pueden ser devastadores. De hecho, fueron destruidas 1.600 casas.
El 15 de agosto se intensifican los bombardeos. Tras una tregua se reinician el 22 de agosto. “Fue el fuego del infierno, dice un testigo, en esa noche murieron 2.000 personas”. 7 horas de bombardeo.
La víspera, el 21 de agosto de 1.793, a las tres de la tarde, Juana Brebant dio a luz a su primogénito Juan Luis José María. Se llamó Juan, como su madre, José, como su padre, María, sin duda a causa de la devoción mariana de sus padres. ¿Y Luis? Nadie lleva este nombre en la familia de los Querbes ni en la familia de los Brebant. Pero hace siete meses que se guillotinó a Luis XIV y los católicos desean recordar a un rey mártir. El niño fue bautizado ese mismo día en San Pedro muy cerca de allí. Se ha perdido el registro. Doce años más tarde los padres lo inscribieron en los registros de catolicidad de la parroquia de Saint-Nizier, de la que dependían entonces. Testificaron que su hijo había sido bautizado en San Pedro. No se menciona el nombre del sacerdote que lo bautizó.
Al día siguiente de su nacimiento, José Querbes inscribió a su hijo en el registro civil. Los testigos fueron Luis Blanc y Martín José Chaze, ambos sastres.
¡Lúgubre atmósfera para celebrar el nacimiento de un primer hijo! Durante los días siguientes recrudeció el sitio. Según un relato, Juana Brebant tuvo que huir de su casa, donde había caído una bomba, llevando al niño en sus brazos. La anécdota se debe a uno de los primeros compañeros de Luis Querbes, Hugo Favre. Esto ilustra bien los horribles días del verano de 1.793. Dos meses de asedio.
El 8 de octubre las tropas de la Revolución entraron en la ciudad. El poder central, enfrentado a otras tendencias secesionistas, quiso dar un ejemplo para todos y decretó una represión sin piedad: “Lyón ha luchado contra la libertad, Lyón no existe”. La ciudad debía ser arrasada. Se crean tres tribunales. Procesos expeditivos, juicios sumarísimos y condenaciones sin apelación. En pocos meses son guillotinadas más de 800 personas y fusiladas más de 1.200. Para acelerar las ejecuciones, se ametrallaba por grupos a los condenados en la llanura de Broteaux. Chalier fue deificado en una mascarada en la que pasearon un asno cubierto con una capa litúrgica con una mitra en la cabeza y un leccionario litúrgico atado al rabo.
Este clima de violencia y de represión salvaje marcaban profundamente la memoria colectiva de varias generaciones de lioneses. Cesantía y racionamiento.
No se sabe con precisión cómo vivieron José y Juana este duro período. Juan Bautista Clavel el primer biógrafo de Luis Querbes precisa que José combatió al lado de los sitiados, que resulta muy verosímil, ya que todo el que podía tomar un arma u ofrecer algún servicio a los defensores participó en la defensa de la ciudad. Añade que José se vio obligado a esconderse para escapar de las represalias y no reapareció entre los suyos hasta después de la caída de Robespierre (julio de 1794). También es muy verosímil.
JAIME LINSOLAS Y EL CULTO ESCONDIDO
Antes de la Revolución, la diócesis de Lyón abarcaba casi todos los departamentos del Ródano, del Lira y la mitad de los departamentos del Ain. Contaba con más de 2.000 sacerdotes y religiosos y un número aún mayor de religiosas. La mayor parte de la población se decía cristiana, aunque su cristianismo se manifestara con evidentes señales de agotamiento. El número de ordenaciones y de profesiones religiosas había ido descendiendo paulatinamente durante los 30 años que precedieron el 1.789. Los conventos, que en este lapso de tiempo perdieron el 40% de sus religiosos, eran frecuentemente criticados y tenían fama de albergar a “piadosos holgazanes”.
En la primavera de 1.791 una gran mayoría de sacerdotes de las parroquias (85%) había prestado el juramento constitucional. Pero la diócesis conoció pronto, como las demás diócesis de Francia, la ruptura y las tensiones entre los “juramentados” y los “no juramentados”, así como el desconcierto de los fieles. Con las medidas de control, de persecución y finalmente de descristianización tomadas por la Convención y el Comité de salvación pública, los sacerdotes, juramentados o no, fueron perseguidos, suprimido el culto y cerradas las iglesias.
Poco a poco se organizó una Iglesia de catacumbas con una red de comunicaciones, de lugares de culto clandestinos y de sacerdotes que con peligro de sus vidas aseguraban un servicio pastoral a los cristianos. La diócesis de Lyón, fue sin duda, la diócesis de Francia dotada con la organización más “eficaz”. Creó el “culto escondido”, organizado y animado por Jaime Linsolas, Vicario general del Obispo de Lyón en el destierro.
Linsolas tenía 40 años. Había nacido en Lyón en la parroquia de San Nicecio. Había intentado ir a las misiones extranjeras, pero su salud se lo impidió y se vio obligado a ejercer el sacerdocio en San Nicecio, primero como coadjutor y luego como canónigo de la Iglesia. Era el encargado del catecismo de perseverancia.
Se reveló como organizador y un animador extraordinario. Dividió la diócesis en zonas de misión. Puso al frente de cada misión a un sacerdote, jefe de misión, al que concedió poderes especiales. Este sacerdote animaba a los misioneros que dependían de él y que, con gran riesgo, visitaban el sector que les habían encomendado desplazándose frecuentemente de noche. Eran ayudados por laicos, jefes de pueblo y por catequistas. El catequista era el hombre responsable de un pequeño grupo de fieles, presidía las reuniones clandestinas, animaba a unos y otros en ausencia del misionero. Además de los catequistas estables, había unos catequistas “ambulantes” que acompañaban al sacerdote y unos catequistas “precursores” que preparaban la visita del misionero. En el “culto escondido” participaban 700 sacerdotes: 130 fueron capturados y ejecutados. No se sabe el número de catequistas que corrieron la misma suerte. 400 sacerdotes prefieren el exilio, 300 abandonan su compromiso para casarse.
Linsolas desarrollaba una actividad desbordante. Regía la diócesis con intransigente firmeza. Para él, la Revolución era “el desastre” que tenía su origen en la debilitación de la fe y de la práctica religiosa, en la ignorancia de la religión y en la relajación de las costumbres. Y esto no lo pensaba solamente él, sino muchos de los cristianos que pasaron esta prueba.
Aunque no se pueden detectar los caminos de la gracia, se puede decir que todos estos años de “culto escondido” fueron el comienzo de un profundo despertar de la fe en toda la diócesis. Gracias a esta red compleja, los cristianos iban responsabilizándose y realizaban gestos comprometedores. Muchos sacerdotes y seglares confesaron en el patíbulo su fe. Durante todos estos años se preparaba una cosecha, se echaban raíces. Unos años más tarde la renovación espiritual estallaría a la luz del día y haría de Lyón un lugar privilegiado del cristianismo en Francia. No tenemos ningún testimonio serio que nos permita decir cómo José y Juana vivieron este período. Juana participaría probablemente a escondidas con el sacerdote Recobert, un sacerdote refractario, con las consecuencias que podían derivarse. Sin duda conoció a Francisca Michallet, que vivía muy cerca, y que fue guillotinada en febrero de 1.794 por acoger a los sacerdotes. Francisca era la animadora de un grupo de mujeres creado por Linsolas. Tenía treinta y cuatro años.
2.3. Preguntas Personales :
1) Relájate y durante unos 20 minutos, trata de formarte una idea de cuando naciste, tus padres, abuelos, casa, pueblo o ciudad, tu bautismo, parroquia, fechas, etc. ¿Cómo podrías describir esa etapa?
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3) ¿ Qué acontecimientos de esa época te dejaron una enorme gratitud?
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4) ¿ Sabes la fecha de tu bautismo, el nombre de quién te bautizó, parroquia o capilla, tus padrinos? Escríbelos:
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5. Pide un certificado de tu bautismo en la parroquia donde fuiste bautizado, si no lo tienes, y ponlo enmarcado en un lugar destacado.
6. Enuncia algunos acontecimientos importantes de la sociedad y de la Iglesia que sucedieron durante tus cinco primeros años de edad.
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2.4. Complementación Doctrinal :
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios; llegamos a ser miembros de Cristo, somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.
Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo.
Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado. En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.
No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o "fomes peccati": "La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5).
El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creación" (2Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios(Gál 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2P 1,4), miembro de Cristo ( 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con El (Rom 8,17) y templo del Espíritu Santo (1Co 6,19).
Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo (1Co 6,19), sino que murió y resucitó por nosotros (2Co 5,15). Por tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1 Co 16,15-16), a servirles (Jn 13, 12-15) en la comunión de la Iglesia, y a ser "obediente y dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb 13,17) y a considerarlos con respeto y afecto (1 Ts 5,12-13). Del mismo modo que el Bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la Palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia.
Incorporados a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo. El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación. Dado de una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado.
Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano. El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz.
El "sello del Señor", es el sello con que el Espíritu nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4 30; Ef 1, 13-14; 2Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida eterna". El fiel que "guarde el sello" hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con el "signo de la fe, con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión bienaventurada de Dios - consumación de la fe - y en la esperanza de la resurrección”.
Catecismo de la Iglesia Católica.
4. EVALUACIÓN
1.- Nombra los miembros de la familia Querbes.
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2.- ¿ Por qué el niño Luis recibió esos nombres ?
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3.- ¿ En qué trabajaban los padres de Luis ?
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4.- Enumera tres características de Jaime Linsolas.
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5.- ¿ Quiénes son los sacerdotes juramentados y no juramentados?
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6.- Define el Bautismo y sus gracias con tus propias palabras:
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