jueves, 10 de marzo de 2011

CAMINANDO CON LUIS QUERBES 5

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"IMAGINAR LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR.”


1. OBJETIVOS:
- Conocer la idea primera del P. Luis sobre la Comunidad Viatoriana.
-Valorar la sensibilidad y capacidad de salir adelante frente a desafíos y pruebas.
- Conocer el ambiente en que se gesta la obra viatoriana.
- Conocer otros fundadores de su época.
-Valorar la necesidad e importancia de la liturgia, la catequesis y la educación.

2. TRABAJO PERSONAL

2.1 ORACIÓN:

Antes de comenzar deja un rato de silencio.

Después lee el siguiente texto de la Constitución C.S.V.

“Anunciar a Jesucristo y su Evangelio, suscitar comunidades en las que se viva, se profundice y se celebre la fe": en estos términos expresamos hoy la misión de los Clérigos de san Viator, que el Padre Querbes definía como "la enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio de los santos altares.

Realizamos esta misión desde nuestro trabajo de educadores y tareas profesionales y pastorales, esforzándonos por integrar los valores de la fe en la cultura actual. Siguiendo la voluntad del Fundador, realizamos nuestra misión en colaboración activa con los obispos y los responsables de las iglesias locales.

La Iglesia nos envía a todos los hombres, en particular a los jóvenes, tanto en nuestros países de origen como en el extranjero. Además, por las llamadas incesantes de la Iglesia y del mundo, Cristo nos urge a hacernos presentes sobre todo entre los abandonados de la sociedad.” (Const. 8 - 9).

OREMOS:

Te pedimos, Señor, que nos ayudes a comprender cada vez más la intención de nuestro Fundador, el P. Luis Querbes, para responder con generosidad al envío que nos hace la Iglesia de llevar el Evangelio a todos los hombres, en particular a los jóvenes. Te damos gracias Padre Bueno, por darnos a tu hijo Luis Querbes y te pedimos lo lleves pronto a los altares.

2.2 Lee el siguiente documento.

LA INTUICIÓN FUNDADORA

Luis Querbes confesará más tarde haber concebido el primer designio de la Sociedad que va a crear “hacia el fin del año 1826”. En otoño de 1824 escribía así al Arzobispo: “Después de haber examinado delante de Dios, durante varios años, una idea que primeramente le vino en su presencia, uno de vuestros sacerdotes se siente impelido a exponerla a Su Ilustrísima...” En otro texto de la misma época dice que esta idea “le ocupa incesantemente, le sigue incluso hasta el altar”.

Esta idea es la creación de un “seminario menor destinado a proporcionar a las pequeñas parroquias de las aldeas maestros de escuela, que durante dos años de permanencia en el mismo, para estudios y noviciado, hallarían tiempo suficiente para formarse en la virtud, en los métodos y en los conocimientos necesarios y después, revestidos de la tonsura, serían enviados a los párrocos que lo solicitaran siendo salmistas y clérigos en la administración de los sacramentos. Podrían ser trasladados, lo mismo que se hace con los coadjutores, cuando fuera necesario”.

Se trataría por consiguiente de crear un centro de formación y una sociedad de maestros para las escuelas parroquiales. Este centro reuniría periódicamente a estos maestros para “dedicarse a los Ejercicios Espirituales y renovarse en el espíritu del cristianismo y en el espíritu propio de su estado”. Recibirían allí una formación pedagógica (“enseñar a educar a los niños: a dirigir las escuelas”) ya una formación para la pastoral parroquial (“secundar a los curas encargados de las parroquias”). La casa de la sociedad serviría también como centro de acogida para los maestros retirados.

En un borrador de carta al Señor Cattet, Vicario General, Luis Querbes precisa su objetivo. “ El proyecto es formar una verdadera escuela normal, que sea para la diócesis un semillero de maestros para las escuelas cristianas parroquiales, los cuales sean en nuestras parroquia rurales, acólitos y sacristanes de los párrocos, siempre a sus órdenes, como también a las del Ordinario (el Obispo), ya sean célibes o casados” (1828).

En una carta a un Consejero de estado manifiesta su preocupación por formar y promocionar los maestros de escuela “que ejercen las funciones, tan despreciadas y sin embargo tan hermosas, de instructores de los niños del pueblo”. Bien dirigidas, esas escuelas podrán “competir con (aquéllas) donde la religión no es más que una parte y no la base de la enseñanza de la educación” (30 de marzo de 1829).

En 1838 en un informe presentado a un Cardenal de la curia romana recuerda lo que había sido la idea fundadora de la Sociedad:” una sociedad de Catequistas que, enviados de uno en uno, si fuera necesario, llenases el vacío dejado por otras asociaciones religiosas y fuesen:

1° los compañeros de muchos párrocos en su soledad:
2° sus clérigos y ministros en el servicio de los altares;
3° los maestros piadosos cuyo deber sería el de vivificar toda la enseñanza elemental por medio de la doctrina cristiana y que se opondrían a los maestros del indiferentismo”.

Más tarde, en marzo de 1841, vuelve a hablar del “pensamiento que predominó al principio de la Sociedad (...). Se trataría sobre todo de aprovechar el impulso dado a la instrucción popular para colocar, al lado de los pastores, un ministro inferior como se pedía en la antigua disciplina de la iglesia, un Catequista compañero de sus funciones, encargado especialmente de la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños y del cuidado de los santos altares, para llenar así un vacío dejado por las demás instituciones religiosas y anular o, al menos, amortiguar los funestos efectos de la invasión del ámbito rural por los instructores salidos de escuelas donde todavía se oyen las demasiado famosas palabras: “Estáis asistiendo a los funerales de un gran culto”. Esta última frase es de un inspector general de la universidad.

Estos textos escalonados en una docena de años permiten darse cuenta de cuál fue la intuición fundadora del Padre Querbes y los males que intentó remediar.

Quiere comprometer y formar a hombres que serán los Catequistas de los niños. Estos Catequistas tendrán también una función cerca de los aislados párrocos del campo, especialmente en la preparación y en el desarrollo de una liturgia que puede ser percibida como una especie de catequesis para adultos. Su presencia permitirá a estos sacerdotes salir de su aislamiento.

Como la catequesis y las ceremonias religiosas no ocupan a una persona durante todo el día y además el Catequista necesita un salario, sería también el maestro de la escuela. Por otra parte, los primeros que el párroco de Vourles ha comenzado a reclutar y a promocionar: Magaud, Nogier, Liauthaud, Damoisel, Bachaoud... son maestros en ejercicio.

Este hombre, que es catequista, que participa en la acción litúrgica, que es maestro de escuela necesita un nombre. El Padre Querbes utiliza dos, que para él son sinónimos: Catequista y clérigo parroquial. No es clérigo a secas, sino clérigo parroquial. Es más que un matiz; también emplea alguna vez la expresión “clérigo laico”.

Este Catequista está colocado bajo la advocación de San Viator, un santo de la iglesia de Lyón, del siglo IV. Era lector, por consiguiente, encargado de anunciar y proclamar la palabra; fue también fiel hasta el final a su Obispo San Justo.

Este Clérigo parroquial o Catequista de San Viator está destinado a las pequeñas parroquias de los pueblos que no tienen medios suficientes para pagar a una comunidad de dos o tres religiosos; a las “aldeas atrasadas”, las que están apartadas, no solamente de las grandes rutas, sino también del progreso. El Padre Querbes imagina, incluso, Catequistas “enviados a las parroquias al estilo de cómo se hace con los coadjutores”.

LAS DISPOSICIONES PRÁCTICAS

Está muy bien responder lo mejor posible a las necesidades observadas, pero hace falta un mínimo de organización para que estos Catequistas tengan entre sí una cierta cohesión y un espíritu común. Luis Querbes precisa: “no es una nueva congregación religiosa la que me parece necesario establecer; es sólo una sencilla cofradía de maestros piadosos y cristianos que pueda responder a las necesidades del momento. Estos instructores seglares, unidos por los vínculos de la caridad, podrían ser célibes o incluso comprometerse con los vínculos del matrimonio sin dejar de formar parte de la cofradía”. Por consiguiente se trata de una cofradía; se decía también de una asociación piadosa. Este grupo de personas solía tener unos estatutos aprobados por el Obispo que nombraba a un sacerdote como director. Las modalidades de admisión eran flexibles y no exigían una gran preparación.

Sin embargo, parece que el Padre Querbes pensó primeramente en una estructura más compleja. En un borrador redactado a comienzos de 1827, texto que con toda verdad es el primero que evoca a los futuros Catequistas, piensa en una “Congregación de maestros de escuela”. Estaría compuesta de tres grupos de personas: de “Hermanos vinculados por votos simples a la edad de 33 años”, “de cofrades, célibes o no, que habrían sido formados por la sociedad”, y finalmente de los “asociados”, que sin haber sido formados por la sociedad, se habrían adherido a ella sin beneficiarse, desde luego, de las mismas ventajas de los cofrades. El término de “congregación” no debemos tomarlo en el sentido actual de la palabra: ¿Cómo una congregación hubiera podido tener a la vez religiosos y personas casadas? Aquí se emplea en uno de los sentidos que tenía en la época: asociación de personas religiosas o seglares que siguen una regla común; por ejemplo, la Congregación del Rosario no era una congregación religiosa. No se volverá a hablar de este proyecto de organización. Los proyectos posteriores no evocan ya a estos Hermanos que habrían pronunciado votos a los 33 años. Al menos, hasta 1833, el Padre Querbes intentará crear una cofradía de maestros laicos, casados o no, de la cual él será el director.

El celibato no habría sido el único elemento de distinción de los cofrades entre sí. Dado que los Catequistas deberían ejercer un servicio cerca de los sacerdotes, una especie de ministerio, diríamos hoy, ¿no podrían beneficiarse algunos de una disposición del Concilio de Trento(sesión 23. Capítulo17), donde se preveía que, en ausencia de clérigos, algunos seglares, incluso casados, podrían ejercer las funciones de las “órdenes menores” lo que hoy llamaríamos “ministerios instituidos”? El Catequistas hubiera sido este “ministro inferior que reclama la antigua disciplina de la Iglesia”.

Finalmente, y siempre con la preocupación de responder del mejor modo posible a las necesidades de las pequeñas parroquias, los Catequistas serían enviados de uno en uno, si fuera necesario. En este caso, podrían alojarse en la casa cural, pero también vivir en parroquias vecinas. Deberían reunirse los jueves, día de vacación, para una conferencia semanal bajo la autoridad de uno de ellos, el regente.

Estas modalidades pretendían ser prácticas, flexibles. En algunos puntos necesitaban concretarse más. Desde luego no iba a faltar quién se lo haría saber a su autor.

EL AMBIENTE DEL MOMENTO

El proyecto de Luis Querbes se inscribe en la perspectiva de la recristianización que caracteriza a la Iglesia durante la primera mitad del siglo XIX, especialmente bajo la Restauración (1815-1830). La Iglesia intenta recuperar el terreno perdido, combatiendo el espíritu liberal o, como se decía entonces, el espíritu volteriano. Rechaza las novedades antes de condenarlas en 1864 en el Sillabus. Se apoya sobre lo que en la sociedad ha quedado más apartado de las corrientes peligrosas. La recristianización se hace por el método que parece más apropiado, la enseñanza de la doctrina cristiana.

“La revolución había hecho desaparecer, escribe el Padre Querbes, hasta las huellas de los elementos que proporcionaba la educación cristiana de los pobres en las parroquias” (otoño de 1828). Y en un texto posterior: “hacía tiempo que todos los buenos espíritus se daban cuenta de la necesidad de impulsar la enseñanza religiosa en el seno de los pueblos más apartados y así renovar en ellos las costumbres patriarcales, el único fundamento de la paz y de la seguridad pública(...) Es en el campo y en las aldeas donde la semilla religiosa puede echar profundas raíces y producir frutos seguros” (febrero 1840).

Por aquel tiempo se produjo en Francia un importante movimiento de escolarización. En 1815, institutos y colegios daban una enseñanza bastante satisfactoria, en general, pero solamente a unos 50.000 alumnos. La enseñanza primaria, las pequeñas escuelas vinieron con retraso: escolarizaban menos de un millón de niños. La mitad de los ayuntamientos no tenían escuela. En 1830, el número de alumnos de enseñanza primaria era ya el doble; en 1840, será de cuatro millones. De 1820 a 1840, se crean más de 27.000 escuelas. Esta ola de escolarización viene acompañada de la implantación de un sistema de formación de maestros. ¡Cuánto se necesitaba! En 1833, en el departamento del Ródano, casi la mitad de los docentes carecían de la instrucción mínima que les permitiera ser maestros aceptables...

Este desarrollo de la instrucción lleva consigo una lucha entre dos corrientes que se enfrentan en lo que será la primera batalla sobre la educación: la querella llamada de la enseñanza mutua. La Iglesia confía en este auge de la escuela para educar a las nuevas generaciones. Pero los liberales, por su parte, quieren sacar provecho de esta fuerza para desarrollar una escuela neutra, abierta (el término “laica” todavía no se usaba para caracterizar un tipo de enseñanza). Piensan haber encontrado el medio favorable al generalizar un sistema de enseñanza que se llamaba mutua, en el que el maestro daba la lección a unos monitores que les a permitirían a sus compañeros. El sistema es fuertemente combatido por la Iglesia, que favorece las escuelas parroquiales, las congregaciones dedicadas a la enseñanza el control del clero sobre los maestros. Durante algunos años, un Obispo llegó a ser incluso Gran Maestre de la Universidad, es decir, Ministro de Educación.

También el Padre Querbes estima que hay que aprovechar el impulso dado a la instrucción popular y “rivalizar con las escuelas donde la religión no es más que parte y no la base de la enseñanza y de la educación”. Lleva a cabo su proyecto cuando “muchos escritores liberales iban aireando las escuelas de Lancaster (las escuelas mutuas) y amenazando con introducirlas en todos los pueblos”.

Finalmente, el proyecto de los Catequistas de San Viator se inserta en el gran hervidero que ha caracterizado al catolicismo lionés del siglo XIX. La fuerza, la diversidad, la originalidad de las iniciativas dan a esta diócesis un relieve muy especial. Dinamismo del clero que envía sacerdotes y obispos a las misiones extranjeras: en 1839 la diócesis cuenta con un millar de sacerdotes seculares. Dinamismo de las vocaciones y de las congregaciones religiosas: de 1816 a 1830 nacieron ocho congregaciones de hombres y de mujeres; y en 1830, 1400 religiosas y 200 religiosos están al servicio de la diócesis. Dinamismo de los seglares: Paulina Jaricot y Federico Ozanam son los más conocidos, pero no fueron los únicos. Muchos seglares animaban numerosas cofradías y asociaciones de todo tipo. El medio católico lionés era muy estimulante.

Por consiguiente el proyecto del Padre Querbes se inserta en medio de una fomentación de ideas y de realidades. En el ambiente del tiempo no es el único que ensaya ideas nuevas.

En Amiens, en 1824, se funda la congregación de los Hermanos de San José. Se trata de “maestros de enseñanza primaria”, pero también de “clérigos laicos” que “ayudaban a los párrocos en la administración de los sacramentos, el catecismo, el canto de los oficios, el mantenimiento de la sacristía y de la iglesia”.

En Nancy, por la misma época, toma cuerpo un proyecto de, “Magisterio” para formar maestros cristianos. Esta asociación agruparía a maestros, unos casados y otros con votos religiosos.

En la Sarthe, en Ruillé-sur-Loire, el sacerdote Dujarié quiere formar “Hermanos maestros de escuela-sacristanes, instruidos en el canto y en las ceremonias de la Iglesia” para ayudar a las parroquias pobres. Estos Hermanos podían ser destinados por el Obispo.

Hacia 1825, en la región de París, el sacerdote Poirier funda los Hermanos de la Cruz, maestros, que bajo la autoridad de los párrocos, deberían ser también “cantores, clérigos y sacristanes”. Podían ir solos, en caso de necesidad, o formarían una comunidad cuyos miembros se dispersarían cada mañana para dirigirse a sus escuelas.

Bajo la Restauración se intensifica la búsqueda de fórmulas posibles. Algunas se experimentan para poder responder de la mejor manera a las necesidades concretas y urgentes. Hay gente creativa, quizá un poco utópica. Aunque no todos los intentos tuvieron éxito, al menos algunos llegaron a echar buenas raíces y llegaron a convertirse en congregaciones que existen todavía. El párroco de Vourles, para dar catequesis, para participar en el servicio de la parroquia y para ayudar a las parroquias más pobres, confiaba en los seglares a quienes juzgaba aptos para cumplir estas funciones. ¿No era demasiado optimista para con la sociedad y la Iglesia de aquel tiempo?


2.3 PREGUNTAS PERSONALES

1. ¿Cuánto tiempo dedicas diariamente a la oración?

2. ¿Cuál es la misión o tarea a la que te sientes llamado?

3. ¿Cuáles crees que son las necesidades más urgentes de nuestro pueblo y de la Iglesia?

4. ¿Cómo respondes a estas necesidades?

5. ¿Qué significan para ti la liturgia y la catequesis?

2.4 Complementación doctrinal

Del Catecismo de la Iglesia Católica.

LA VIDA DEL HOMBRE: CONOCER Y AMAR A DIOS.

Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En El y por El, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.

Para que esta llamada resuene en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el Evangelio: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos con esta misión, los apóstoles "salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con señales que la acompañaban". (Mc 16,20)

Quienes con la ayuda de Dios han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración (Hec 2,42)

TRANSMITIR LA CATEQUESIS

Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados en la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin de que, por la fe, tengan vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo.

En un sentido más específico, "globalmente, se puede considerar aquí que la catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida.

Sin confundirse con ellos, la catequesis se articula dentro de un cierto número de elementos que la misión pastoral de la Iglesia, que tiene un aspecto catequético, que preparan para la catequesis o que derivan de ella: primer anuncio del Evangelio, o predicación misionera para suscitar la fe; búsqueda de razones para creer; experiencia de vida cristiana: celebración de los sacramentos; integración en la comunidad eclesial; testimonio apostólico y misionero.

"La catequesis está unida íntimamente a toda la vida de la Iglesia. No solo la extensión geográfica y el aumento numérico de la Iglesia, sino también y más aún su crecimiento interior, su correspondencia con el designio de Dios dependen esencialmente de ella."


3. TRABAJO GRUPAL

- Oración de inicio.

- Compartir en el taller las respuestas al trabajo personal.

- Compartir lo entendido de la complementación doctrinal.

- Oración final. (Dar gracias, pedir perdón, pedir ayuda.)


4. EVALUACIÓN

1.- ¿En qué aspectos ves la sensibilidad social y religiosa del P. Luis Querbes?

2.- ¿Cuál es el proyecto que el P. Querbes envía al Sr. Cattet?

3. ¿Cómo describes la idea fundadora del P. Querbes?

4. ¿Qué pretende la Iglesia a primera mitad del s.XIX con la recristianización?

5. Escribe algunas frases del P. Querbes referidas a la educación.