domingo, 15 de noviembre de 2015

CAMINANDO CON LUIS QUERBES 10

10

ACOMPAÑAR EL DESARROLLO DE LA CONGREGACIÓN 


1.      OBJETIVOS:

-           Conocer los inicios de la Congregación y su relación con los jesuitas.
-           Valorar la confianza del P. Querbes ante las crisis financieras.
-           Conocer la expansión de 1839-1858.
-           Conocer los inicios de la provincia de Ternes.
-           Valorar la necesidad de una buena formación para una buena evangelización.

2.      TRABAJO PERSONAL 

2.1  Oración:

            Lee el siguiente texto:

            "...En cuanto a Ud. hijo querido, arrégleselas como pueda hasta el día en que se agoten sus recursos. Aproveche esta oportunidad para ponerse más que nunca en brazos de la Providencia. No se preocupe por nada"...
            "...Bendito sea el Señor. Pero que no nos dé riquezas."

                                                     P. Querbes.

OREMOS :
            
Para que todos sientan con la Iglesia.
Para que todos amen al Papa.
Para que todos amen  a su Patria.
Para que cada día se celebre más la Eucaristía.
Para que los pecadores retornen a Cristo.
Para que todos conozcan a Cristo.
Para que la paz reine en todo el mundo.
Para que en todo el mundo adorado y amado sea Jesús.

                                               ¡DANOS RELIGIOSOS SANTOS !


2.2  Lee con calma el siguiente documento.  

Marca lo que más te ha llamado la atención.

PIERRE LIAUTHAUD, EL MAESTRO DE NOVICIOS

            Una vez pasadas las fiestas del retorno a Vourles, el Padre Querbes se dedicó a organizar la Congregación. Se creó el noviciado regular y Pedro Liauthaud fue elegido maestro de novicios. A pesar de su aprensión ante este cargo, el Hermano Liauthaud fue a hacer los ejercicios de San Ignacio al noviciado de la Compañía de Jesús en Avignon. El noviciado de Vourles se inauguró el 1 de junio de 1839.

            El Jesuita Padre Brumauld había predicado un retiro a los Clérigos de san Viator y lo haría aún varias veces. También lo hicieron otros Padres jesuitas. El maestro de novicios había pasado por Avignon, el reglamento del noviciado está calcado de las Instrucciones para el noviciado  de la Compañía de Jesús. Así pues, la formación de la Congregación se puso en marcha con el espíritu y el apoyo real de los Padre Jesuitas.

            Pedro Liauthaud (1793-1857) había nacido en Brianson (Hautes-Alpes). En su juventud fue maestro como muchos de sus compatriotas, uno de los numerosos maestros itinerantes que pasaba los meses de invierno fuera de sus montañas para prestar sus servicios en los ayuntamientos o aldeas del valle del Ródano o de la región lionesa. Pedro Liauthaud emprendió su nueva función con entusiasmo. Compuso las Instrucciones sobre los estatutos de la Sociedad (125 conferencias), Meditaciones para todos los días del año, así como también diversas conferencias e instrucciones para el noviciado. También mantuvo una correspondencia continua con religiosos. Quedan unas 200 cartas suyas, algunas bastante largas.

            Supo ser guía apreciado por los novicios y por los religiosos. Las confiadas relaciones que se establecieron le abrieron los corazones. Había religiosos que le escribían para darle a conocer los pequeños y grandes problemas que surgían en las escuelas o en las parroquias. También acudían a él como intermediario  para llegar al superior. Se llegó a hablar del “Padre” Liauthaud, del “buen Padre” Liauthaud y la expresión se consolida. El mismo Querbes la emplea.

            “Necesita ser moderado” había escrito el Padre Querbes. Una pequeña frase que explica muchas tensiones que surgirán entre el Fundador y el maestro de novicios. El Hermano Liauthaud quería que los novicios recibieran una buena formación religiosa y le parecía mal que el superior, apremiado por la multiplicación de las escuelas y la obligación, por parte de los Hermanos, de obtener el permiso de enseñar, pareciera dar prioridad a la formación profesional. De aquí surgió una oposición entre los dos. Oposición que condujo en varias ocasiones a crisis agudas.

            La apertura del noviciado de Vourles dejó casi sin postulantes la casa del Poyet. Ya para entonces el Poyet había resultado poco cómodo a causa del frío en invierno y del aislamiento que hacía los viajes muy dificultosos. Por eso se decidió cerrar la casa, trasladando a los postulantes a una casa abierta en Nevers. A partir de 1837, algunos Clérigos de San Viator fueron a dos parroquias de La Niévre (Saint-Sulpice y Germiny) y en 1838,  a una de l’Allier (Le Donjon). El Padre Querbes esperaba un desarrollo de la Sociedad en estas regiones, a pesar de estar alejadas de la casa madre. El Padre Faure abrió la casa de Nevers en la primavera de 1839.

            La casa del Poyet se puso en venta y, mientras esperaban un eventual comprador, un religioso aseguraba la custodia. En octubre de 1839, Francisco Gloppe y dos postulantes fueron a pasar allí algunos días de descanso. Una mañana, habiendo limpiado un fusil salieron a cazar. De regreso, para atajar, escalaron una pared. “El joven Gloppe, para encaramarse más fácilmente, colocó el fusil al pie de la pared. Desde arriba se inclinó para coger el arma que estaba cargada y debido al roce contra la pared se disparó. La bala le atravesó el hombro izquierdo ( Francisco Favre). Francisco Gloppe murió el 26 de octubre tras 10 días de grandes sufrimientos. Tenía 19 años. Es el primer Clérigo de San Viator que llegó a la casa del Padre.

1840. LAS FINANZAS EN NUMEROS ROJOS

            En febrero de 1840, según un informe del Padre Querbes, había en Vourles “más de 30 novicios” y 18 postulantes. Si tenemos en cuenta los Hermanos que había en aquel momento, se trata de un número considerable. Y aunque no se celebraba fiesta todos los días, muy al contrario, mantener a estas cincuenta personas costaba caro. Y más todavía, si se tiene en cuenta que Nevers enviaba a la casa madre jóvenes en formación, sin contribuir a sufragar los gastos de su pensión. El Padre Querbes se queja de esto al Padre Faure: “En esta casa estamos más de cincuenta personas, de las que hay que alimentar gratis a casi todas y vestir a muchas. El Padre Liauthaud pide que Ud. exponga este caso de conciencia al Obispo de Nevers. Pregunte qué es lo que se puede responder a las murmuraciones que se oyen contra Su Excelencia cada vez que enviamos a Nevers sujetos formados y bien provistos, sin que nos venga de allí ni siquiera un céntimo para los gastos del establecimiento y cada vez que nos llegan de Nevers sujetos en pantalón corto con todo su ajuar en un pañuelo de bolsillo y con dos filas de hermosos dientes” (16 de febrero de 1840).

            En noviembre de 1840 unas inundaciones catastróficas devastaron el sureste de Francia y especialmente la región de Lyón. Este desastre monopolizó donativos y limosnas. Al mismo tiempo, la estrepitosa bancarrota de Benito Coste, agente de la Bolsa, que manejaba el dinero de las buenas familias de Lyón, anuló la ayuda que venía de ellas. Era necesario despachar a mucha gente: la casa se redujo a la mitad. La venta del Poyet y de la escuela de Panissiéres permitió pagar en parte la deuda originada por antiguos préstamos. El Padre Querbes aceptó un control más riguroso por  parte de la comisión de rectores temporales.

            A pesar de todo esto, en Vourles se pasaba hambre. Carlos Saulin que conoció de joven este período nos cuenta: “La pobreza de la obra era extrema y llegó a tal punto, que un día el Padre Querbes pidió a uno de sus compañeros, el sacerdote Pater, que lo invitara. Después de comer le dijo: “Ahora, querido amigo, yo he comido, pero los míos tienen hambre y no tengo ni pan ni dinero en casa, préstame algo, por favor”. El cura Pater no tenía dinero en aquel momento; salió y volvió enseguida con 300 francos que entregó al Padre Querbes, quien volvió a todo correr a Vourles.

1845. LOS HERMANOS DE SAN VIATOR DE TERNES        

            Por iniciativa de un misionero diocesano se había fundado en la diócesis de Saint-Flour una congregación de Hermanos enseñantes bajo el nombre de “Hermanos de San Odilón”. El 1834, el sacerdote diocesano encargado de la naciente congregación se puso en contacto con el Padre Querbes para pedirle un formador para el noviciado. El Padre Querbes respondió evocando la posibilidad de abrir un juniorado para preparar a los postulantes. No fueron más allá.

            Desde 1839 a 1844 los hermanos de San Odilón aumentaron lentamente. No estando legalmente autorizados quedaban sometidos al servicio militar y debían pagar a los reemplazantes, que costaban caros. En 1844, el Señor Pompignac, vicario general de Saint-Flour, escribió al Padre Querbes. Acompañaba un informe sobre la pequeña congregación: 18 religiosos y novicios, tres escuelas, un noviciado, deudas, pero 40 parroquias que pedían Hermanos. Y proponía la afiliación de San Odilón a San Viator. El Padre Querbes aceptó el ofrecimiento. Fue a Saint-Fleur y el 3 de junio de 1844, firmó con Monseñor de Marguerye el acta por la que “los Hermanos de San Odilón serían considerados en adelante como formando parte de la Congregación de San Viator”.

            La afiliación real tuvo lugar en la primera quincena de agosto de 1845. El Hermano Chargeboueuf fue nombrado superior. Tenía 25 años. El Padre Querbes rogó al vicario general que siguiera en su nombre a la joven congregación. Con los 13 religiosos recibió también las deudas y el castillo de Ternes, que el obispado le cedía a varios kilómetros de Saint-Flour. La dirección y el noviciado se instalaron allí. Así nacía la “obediencia” de Ternes, que más tarde se llamará “Provincia” de Ternes.

1851. LA EXTENSIÓN A TODA FRANCIA

            Pero había llegado el fin de la Monarquía de Julio y la revolución de 1848 derrocó a Luis Felipe. Se temió, por un momento, que se reprodujeran los tiempos de angustia y de incertidumbre. El 17 de marzo el Padre Querbes juzgó oportuno prevenir a los religiosos por medio de una carta circular: “No podemos saber todavía si es la espada de la justicia o es la de la misericordia, la que la Providencia tiene suspendida sobre nuestras cabezas”.  Les daba instrucciones prácticas para el caso de que fueran expulsados de las escuelas. Les invitaba sobre todo a la prudencia y a poner su confianza en la Providencia. Unos meses más tarde reconocerá apuros: “Hubo un momento tan inquietante que estaba dispuesto a enviar el mayor número posible de religiosos al extranjero” (4 de julio de 1848). De hecho, solamente dos escuelas tuvieron que cerrar sus puertas. Otras conocieron algunos momentos de miedo, pero sin consecuencias.

            A los días de revolución siguió un clima de euforia, aparentemente fraternal. Se vieron crecer por todas partes árboles de la libertad, bendecidos por el clero con gran repique de campanas y de marsellesas. Pero el suelo de la fraternidad universal se desvaneció en unas jornadas sangrientas que tuvieron lugar el mes de junio en París. El resultado fue una réplica moderada que la burguesía se apresuró a monopolizar.

            Ningún documento indica si el párroco de Vourles tuvo que bendecir un roble o un olmo. Legitimista como era, hacía una lectura demasiado pesimista de la historia inmediata. El 4 de julio , apenas conocidas las noticias de París, escribía: “En estos tiempos desgraciados hay que vivir día a día. La tierra tiembla bajo nuestros pies. Sin duda habéis tenido noticia de las horribles jornadas de San Juan en París. Esta desgraciada ciudad, donde bajo el nombre de progreso, de las luces y de la civilización, se han halagado, durante  tanto tiempo los oídos del pueblo con teorías absurdas realzadas por el brillo del lenguaje, ahora acaba de pagar su deuda a la justicia de Dios”. Y el 8 de julio: “Parece que actualmente los días malos se alejan y se puede presumir que la religión pasará sin persecución violenta. Pero la fe y las costumbres languidecen en medio de este desbordamiento general de ideas locas y de malvadas pasiones”. 

            La burguesía, que había tenido miedo, se volvió hacia la Iglesia que le parecía capaz de mantener el orden social y de predicar al pueblo la obediencia. De este pánico nació entre otras medidas, la Ley Falloux que favorecía especialmente la enseñanza religiosa y congregacional.

            El proyecto de ley dio lugar a un importante trabajo preparatorio llevado a cabo por una comisión extraparlamentaria de la que uno de los responsables era un lionés, Claudio Luis Michel. Éste conocía al Padre Querbes y  fue una de las personas consultadas sobre las escuelas normales, los instructores, la enseñanza, etc. El Padre Querbes responde sin ambages y sus respuestas no sorprenden demasiado, viniendo de un sacerdote formado bajo la Restauración, que había trabajado por frenar las escuelas mutuas y que había tenido que quejarse de la vigilancia ejercida por la universidad. Es partidario de que la Iglesia ejerza cierto control sobre la enseñanza.

            El 15 de septiembre de 1850, invocando el beneficio de la nueva ley, el Padre Querbes pidió que la Congregación fuera autorizada para todo el territorio francés. Esta petición provocó una encuesta entre los rectores de las academias donde había Clérigos de San Viator. Sus detallados informes indican que las clases se mantienen habitualmente de un modo satisfactorio y que los maestros, en general, son aptos. No todo es perfecto, pero tampoco hay notas demasiado discordante. El 15 de marzo de 1851 el Consejo Superior de Instrucción Pública autorizaba a la Congregación para enseñar en toda Francia.

EL DIRECTOR PRINCIPAL DE LOS HERMANOS DE SAN VIATOR

            Para responder a las peticiones de apertura de nuevas escuelas, el Padre Querbes reducía a veces la formación de los religiosos. También aceptaba con demasiada facilidad algunos establecimientos, sin asegurarse de que las condiciones financieras serían correctamente mantenidas. Sin embargo, ya había sido prevenido. Ya en 1839 el Padre Brumauld le había aconsejado: “Escríbame, para alegrarme el alma, que su viaje acaba de tener como resultado, no establecimientos nuevos, ni siquiera uno más, sino buenos acuerdos con algún obispo, para confiarle buenos sujetos que Usted formará por cuenta de él y cuyos servicios podrá después aprovechar”. Y algunos meses más tarde: “Sí, empéñese con tesón en no tener más que buenos sujetos, bien hechos a su medida y manténganse con firmeza, sobre todo en formarlos bien. Me temo que, a pesar de todo lo que le digo, será tentado más por la caridad que por la calidad”(2 de mayo de 1840).

            Es verdad que hubo deficiencias. La Congregación crecía. Los Hermanos iban a los pobres y soportaban las consecuencias de esto, vivían pobremente. Incluso llegó a ocurrir que en Vourles se murmuraba de la comida diaria. Aunque las escuelas eran casi todas comunales, lo cual quiere decir que los municipios pagaban teóricamente lo previsto por la ley, sin embargo, la situación no era muy boyante.

            A medida que crecía la Congregación exigía de su superior una atención mayor, negociaciones con los párrocos, con los alcaldes, correspondencia con los religiosos, visitas a las escuelas. Todo esto acaparaba el tiempo del Padre Querbes.

            En 1840 Hugo Favre fue ordenado sacerdote. Era vicario de la parroquia y de la Congregación. El Padre Querbes dice de él: “siempre le ha asustado la proximidad de las sagradas órdenes. Su exactitud es perfecta, su aptitud más que suficiente, pero su carácter indeciso le quita la energía que necesitaría emplear de vez en cuando” (10 de febrero de 1839). El Hermano Liauthaud en Vourles, el inconstante Padre Faure en Nevers, dirigían las casas de formación. Al superior le faltaban buenos lugartenientes que hubieran podido sostenerle, aconsejarle, incluso sustituirle durante sus ausencias. La Congregación no carecía de estas  personalidades: Juan Pedro Blein, Claudio Robin, Juan Pedro Archirel, Juan Clavel y otros, pero eran necesarios como directores de escuelas y eran Hermanos.

            Efectivamente, los estatutos reservaban la dirección de la Congregación (director principal y vicario)y la de los establecimientos principales(dirección y formación de una región determinada) a  sacerdotes. “Los sacerdotes catequistas son también religiosos, había precisado el Fundador, serán pocos y se ocuparán de la dirección de establecimientos principales de la Sociedad y de predicaciones puramente doctrinales y catequéticas”.

            Había esperado que algunos sacerdotes diocesanos se juntarían a su obra. Los sacerdotes Faure, Morin, Chevalier lo hicieron, pero su adhesión a la Sociedad fue breve, con limitaciones. En cuanto a pedir a los Hermanos que recibieran el sacerdocio no era tan simple: ¿Tenían la formación teológica requerida y para empezar, el dominio del latín? Además ¿ no se corría el riesgo de crear vanas esperanzas en algunos? “ Por regla general, indicaba el Padre Querbes al Padre Faure, no demos a nadie la esperanza de llegar al sacerdocio y no dirijamos a este fin más que a aquellos que ya han hecho su prueba en la Sociedad”. Los Hermanos Chargeboeuf y Gonnet serán ordenados con el fin de ser superiores de las obediencias de Ternes y de Rodez.

            Por otra  parte, esta falta real de gente que le secundara, se acomodaba bastante con el carácter vivo y entero de un superior habituado a trabajar mucho. Pero esto traía malas consecuencias para la dirección de la Congregación. Todo pasaba por el superior. Y como ocurría que a veces estaba desbordado, el correo debía esperar. Ahora bien, en aquella época se escribía mucho. En 20 años, 1839 a 1859, le fueron dirigidas más de 8.300 cartas. Estaba  demasiado ocupado; solamente en este año de 1849, además de estar ocupado por sus funciones normales, hizo un viaje a Argelia, respondió extensamente a la encuesta preparatoria a la Ley Falloux, predicó un retiro a las Hermanas de San Carlos, acabó un Ordo perpetuo (calendario litúrgico) que comprendía 35 fascículos correspondientes a las diversas fechas de Pascua, y nos limitamos únicamente a las actividades que han dejado testimonios escritos. También escribía a los religiosos...Muchas cartas no se han encontrado. El cierre de las escuelas, la laicización debida a las leyes Ferry, las expulsiones de 1903 han desbaratado los archivos. Necesitaba animar a los religiosos, calmar los espíritus, porque la cohabitación con un sacerdote o con otro religioso podía pasar por fases sensibles, arreglar un número enorme de problemas concretos, etc. Si quisiéramos buscar una constante en las cartas que se conservan, se podría subrayar la preocupación por conservar muy vivo el fin primero de la Sociedad, los consejos que da a los directores para que tengan cuidado de sus Hermanos y la preocupación por tranquilizar los espíritus que el rigorismo religioso del tiempo podía inquietar

2.3  Preguntas personales:

1.- ¿Has pasado momentos en que tus planes se hacían humo? ¿Qué experimentabas?.

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2.- Si vieras que se te viene encima una crisis económica ¿Que harías ?

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3.- ¿ Has sentido el apoyo del Señor en momentos difíciles? ¿Cómo lo has vivido?

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4.-¿ Has experimentado la ayuda de la Divina Providencia? ¿Cuándo?

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5.- ¿ Cómo te consideras con las cosas de este mundo? ¿Apegado? ¿Desprendido?

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2.4  Complementación Doctrinal:

...Leyendo los escritos del P. Querbes, viendo sus reacciones, siguiendo las etapas de la fundación, no podemos menos de rendirnos a la evidencia: funda su proyecto sobre un imperativo " anunciar a Jesucristo" o como él mismo lo dice: "evangelizar a Jesucristo".

            Las sucesivas redacciones de los estatutos son claras: la sociedad que ha imaginado y que funda será para enseñar "la doctrina cristiana", según la expresión del tiempo. Incluso en los estatutos aprobados por el poder civil y que son los de una asociación de maestros, se desliza una referencia explícita a esta exigencia. Después de enumerar las materias profanas que deberán enseñarse a los postulantes, el P. Querbes hace esta mención:" se les instruirá sobre todo en la doctrina cristiana, de la que deberán tener un conocimiento profundo, ya que ellos mismos están destinados a dar lecciones de ella". A partir del verano de 1833, el P. Querbes resume el fin de la sociedad en esta fórmula que el Arzobispo y el Papa ratificarán y que seguirá siempre vigente: "La enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio del santo altar". Y lo explicita en el artículo 4 de los estatutos cuyo núcleo es. "Sea cual fuere la vocación particular del catequista... en cualquier lugar en que se encuentre, no deberá descuidar ninguna ocasión de anunciar a Jesucristo, sobre todo a los pobres..."

            El hecho de que el P. Querbes se sitúe en la fuerte corriente de recristianización que caracteriza a Francia en la primera mitad del siglo XIX y de la que se sabe, por otra parte, que arrastraba algunas escorias, no mancilla el fin que ha asignado a los catequistas. La caridad pastoral del párroco de Vourles ha sido tocada:" La Revolución había hecho desaparecer, observa, hasta los vestigios de los elementos que procuraban la educación cristiana de los pobres en las parroquias..." Y no se queda satisfecho con observar:" Una institución importante es reclamada desde hace mucho tiempo ante la necesidad inminente de instrucción religiosa, de la que las pequeñas parroquias de pueblo están privadas, y por el deseo de gran número de párrocos...". Y se ofrece para animar esta institución. Sus observaciones, sus proyectos, no son motivados por la política sino por una constatación dolorosa: "Los niños reclaman pan: y nadie se lo da" (Lam. 4,4,).

            En la presentación que hace de la Sociedad, el P. Querbes va a lo esencial. Solamente dos citas. El 20 de junio de 1838, ante Gregorio XVI: "Son Catequistas y enseñan la Doctrina Cristiana, sacada principalmente del catecismo romano, en las escuelas inferiores de los pueblos, y también en los talleres que estos asociados están destinados a dirigir y en las predicaciones de los nuestros y, en resumen, en toda ocasión. "A nuestro siglo impío y soberbio, es necesario en primer lugar enseñarle Doctrina". El 16 de marzo de 1841, ante los Rectores temporales de la obra de San Viator, algunos seglares que ayudaban financieramente a la Sociedad :" Se trataba. de poner junto a los pastores un catequista especialmente encargado de la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños y del cuidado de los santos altares".

            Solamente en estas dos citas, ya vemos en cada caso el nombre que identifica los miembros de la Sociedad: Catequistas. Esta denominación es única para la época. En 1928 se fundará una Congregación de Catequistas para los pueblos. Algunas raras instituciones inscriben en su frontispicio las palabras Doctrina cristiana (los hermanos de las escuelas cristianas son entonces llamado así; los padres de la doctrina cristiana fueron fundados en 1592) o instrucción cristiana.  Si el término catequistas es poco  o nada usado en la época, es porque en aquel tiempo no existía la función tal como la conocemos actualmente. Sin duda se enseñaban los rudimentos del catecismo a los niños; pero quien lo hacía era el sacerdote en la iglesia. El catequista es un sacerdote y, desde luego, no un seglar. En toda ocasión, el P. Querbes recuerda a los miembros de la sociedad el nombre que llevaban y la obligación que tienen de vivirlo: "Importa, a cualquier precio, justificar el nombre que distingue a nuestro instituto en la Iglesia, escribe en el comentario de los estatutos, el estudio y la enseñanza de la doctrina cristiana: esta es nuestra vida". Y cuando habla a los religiosos, los designa raramente por las sencillas palabras de clérigo, religioso, hermano; lo hace más bien por denominaciones más significativas de: Hermanos de San Viator, Clérigos de San Viator, Clérigos Parroquiales. Pero, la palabra que repite con más frecuencia es la de Catequista.

            Un detalle más, pero significativo para el P. Querbes. El 12 de junio de 1833, envía una súplica a Roma para pedir que la Sociedad de Catequista sea filial de la archicofradía romana de la Doctrina cristiana. En febrero del año precedente, se había ya redactado un texto cuando la Sociedad estaba en los balbuceos de los primeros meses. Recibirá una respuesta favorable, a la que parece haber dado mucha importancia, porque ha copiado el rescripto de la Santa Sede en el Libro de oro de los documentos vitales para la Sociedad, inmediatamente después de las Letras apostólicas y de la Orden real de aprobación. El acta romana figurará también en el comentario de los estatutos. Para el P. Querbes, que conocía bien la historia de la Iglesia, afiliar la Sociedad naciente, no era solamente obtener para ella una parte del tesoro de las indulgencias, era injertarla en una corriente nacida como consecuencia del Concilio de Trento y que quería propagar el catecismo, la doctrina cristiana.


            ¿Cómo se puede imaginar que hoy y, seguramente mañana menos aún, que anunciar a Jesucristo pierda urgencia? Que el envío a la misión "id por el mundo entero, proclamad el Evangelio a todas las criaturas" (Mc 16,15), cese de imponerse? ¿Cómo se podría imaginar que anunciar la Buena Noticia, vivirla, ayudar a vivirla, ser sus testigos, pueda dejar de ser la misión de toda vida religiosa? Hoy y mañana, los religiosos, lo mismo que los demás bautizados, tienen y tendrán que ajustar el modo de leer el Evangelio aun mundo que se renueva y permanece. Tendrán que evangelizar a los pueblos que no conocen todavía a Jesucristo, como lo han hecho siempre. También tendrán que evangelizar a las antiguas sociedades que en otro tiempo fueron cristianas y ahora se han secularizado; mundo, en parte defraudado, indiferente, escéptico y poco creyente, donde "cada uno chapucea su cocktail  religioso", donde el conocimiento que los jóvenes tienen del cristianismo, o de cualquier religión, viene por el canal de los medios de comunicación, de la televisión, del cine o de algún pasaje de los libros escolares, con todo lo que esta información lleva consigo de simplificación, desviación y lagunas."

                     (El carisma de Luis Querbes inspirador del Mañana)
                                                                 R. Bonnafous. c.s.v.

3.      TRABAJO GRUPAL


-  Oración de comienzo.

-  Dinámica de grupo.

-  Puesta en común del trabajo personal y lo leído.

-  Oración final espontánea...compartida.



4.  EVALUACIÓN

1.- ¿ Quién fue el primer maestro de novicios de la Congregación ?

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2.- ¿ De qué forma influyen los jesuitas en los inicios de la Institución?

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3.- ¿ Cómo se llama el primer religioso que murió en la Congregación ? ¿Qué sucedió?.

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4.-¿ Cuál era la actitud del P. Querbes en las dificultades económicas ?

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