12
"PRODUCIR EL CIENTO POR
UNO ".
1. OBJETIVOS :
- Profundizar
en la personalidad del P. Querbes.
- Conocer
el carácter solidario del P. Querbes.
- Valorar
las virtudes "ordinarias" del P. Querbes.
- Conocer
el espíritu de oración del Fundador.
- Conocer
el pensamiento del Fundador sobre la Palabra y
La Eucaristía.
2. TRABAJO PERSONAL.
2.1
Oración:
Después
de un rato de silencio lee lo siguiente:
"
No perderá ocasión de evangelizar a Jesucristo, sobre todo a los pobres".
"
Esta sociedad contribuye a formar la juventud".
" Forma desde temprana
edad en piedad y letras a la juventud de la clase humilde.
P. Querbes.
OREMOS:
Acordáos
¡ oh glorioso San Viator! - que habéis sido escogido para ser nuestro modelo y
nuestro protector. Haced que crezcamos en número - y más aún en las virtudes
propias de nuestra santa vocación; despertad en nosotros el celo que teníais
por la enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio del santo altar, para
que así podamos extender el reinado de Jesucristo en las almas, permanecer
fieles a nuestras obligaciones, y merecer la dicha de cantar eternamente las
misericordias del Señor. Amén.
2.2 Lee el siguiente documento y fíjate en los rasgos personales del P.
Querbes, subrayando y marcando los que consideres importantes.
LA CORTEZA
Carlos Saulin, que conoció la Padre
Querbes, lo describe así: “Era alto y delgado. Hacia los cuarenta comenzó a
engordar, cosa que le fatigó mucho al final de su vida. Frente ancha y
despejada; ojos grises, vivos, escrutadores e imperativos; nariz tanto, gruesa,
lo mismo que los labios. Cara ovalada, tez un tanto morena con pequeños restos
de viruela; una voz vibrante y firme”. Una ficha descriptiva, hecha en 1850 le
da una talla de 1,77 metros, la estatura
por encima de la media de los hombres del siglo XlX.
“Iba siempre sin sombrero con un
sencillo solideo” (Sra. Testenoire). “Siempre vestido de un modo muy sencillo y
que en otro hubiera parecido descuidado” completa Carlos Saulin. Parece querer
piadosamente excusar el modo de vestir poco cuidado del Fundador, mientras que
Pedro Robert, un historiador preocupado por la verdad y que ha conocido
testigos, habla de “su sotana – una de sus viejas sotanas que llevaba habitualmente incluso de viaje, toda brillante
y arrugada; con el brazo derecho remangado (era una vieja costumbre en él); su
cinturón en lugar de estar liso, quedaba casi enrollado alrededor del cuerpo;
sus cabellos descuidados, se mueven al capricho del viento.”
Otro testigo, Francisco Favre anota:
“Para el Padre Querbes, la economía era un principio que practicaba en sí mismo
con el mayor rigor. Nada de rebuscado en su persona, vestido con la misma
calidad de paño que sus Hermanos, compartiendo en la mesa con ellos los mismos
alimentos”.
Contrariamente a una descripción
hagiográfica que lo describe tan fuerte como los robles de su país natal, Luis
Querbes estuvo enfermo en varias etapas de su vida: en el seminario, en el
tiempo de la fundación y más tarde, hasta que una diabetes se lo llevó. Pero
llegamos a saber esto solamente por la
correspondencia recibida. En cambio en sus cartas resulta muy discreto: “No era
una persona que se preocupaba” (Hugo Favre). Una vez, durante su último año,
habla un poco más extensamente y aún en este caso es sobre todo para atribuir
una mejoría en la enfermedad a la intercesión de la Virgen María y para hablar
con humor de su descreído doctor.
EL CORAZÓN
Todos los relatos de los
contemporáneos concuerdan en las capacidades intelectuales de Luis Querbes.
Eran sólidas, incluso brillantes. Una inteligencia “pronta y segura”; un juicio
“seguro, recto, exquisito, sólido”; una memoria “feliz, excelente”; un espíritu
“penetrante, fino”; un gusto “pronunciado por el estudio”. Se ha visto que supo
sacar partido de su capacidad gracias a profesores competentes especialmente
Guido María Deplace. Éste se lamentaba, por otra parte, de que Luis Querbes,
“lanzado tan joven al ejercicio de un ministerio tan laborioso, no hubiera
podido cultivar a su gusto los maravillosos
talentos con que la Providencia le había enriquecido” (Sanquin). Quizá
Deplace soñaba con verle un día convertido en un buen apologista de la Iglesia,
en una época en que se necesitaban. Desde luego tenía la pluma suficientemente
ágil como para constituirse en heraldo de una causa justa. En cambio, llegó a
ser el iniciador de una sociedad de maestros
de escuela.
Según un testimonio “escribía
fácilmente, incluso en verso. Dominaba perfectamente el latín, el griego, el
inglés, el italiano. Conocía las matemáticas, la aritmética en todas sus
partes, el derecho comercial, la teneduría de libros (de cuentas) que él mismo
solía enseñar. Era sobre todo excelente en teología, en derecho canónico y en
historia eclesiástica. Cuando quería
descansar, divertirse, se ocupaba en solucionar un problema difícil de
aritmética o de álgebra, o bien en componer una poesía. Le gustaban todo tipo
de estudios y era feliz cuando daba conferencia a los Hermanos sobre enseñanza
primaria o sobre los métodos. Se sentía feliz cuando en los exámenes encontraba
a alguien capaz de hacerle frente”.
Era muy alegre, vivaz, dinámico,
rotundo” recuerda Carlos Saulin y lo confirma el sacerdote Bouvard,
que fue párroco en Vourles en 1866: “De carácter alegre, de humor
chistoso y cáustico, pero nunca malo. El Padre Querbes era excelente en el arte
de tomar el pelo; animaba como nadie una conversación, una reunión de amigos”.
Juan Pedro Blein es uno de los Hermanos
que dejó honda huella en el
tiempo de la fundación, y confirma también este rasgo: “Algunos de sus
condiscípulos en el clero lo encontraban demasiado picarón, mordaz y un poco
burlón. Ignoramos si han querido hacer de esto un defecto o una imperfección o
si han querido expresar la vivacidad que ponía siempre en la defensa de las buenas causas. Lo que sabemos es que
estaba dotado de una agudeza al responder y sobre todo de la palabra oportuna
sin par que dejaba mudos a sus adversarios”. Los testimonios convergen: Luis
Querbes tenía la respuesta fácil y
la reacción rápida. Él mismo, por otra parte, no tiene dificultad de hablar de
ello: “Recomiéndeme frecuentemente en el santo altar, escribe a Carlos Faure,
para que finalmente llegue a triunfar de la petulancia de carácter que usted
conoce en mí. Yo creo que si doy menos pruebas es porque me faltan las
ocasiones” (18 de enero de 1840). Se diría que casi lo añora...
Pero no siempre le faltaron las
ocasiones. Un joven hace ruido durante la celebración. Lo echa. Otro,
contrariamente a las costumbres, se ha sentado en la Iglesia al lado de las
mujeres. Lo apostrofa. Un anticlerical
lo insulta en una calle de Lyon. Inmediatamente va hacia él, le replica y le
tira de la barba – en otra versión de la escena le da una bofetada.
Se comprenderá que algunos
Catequistas cuyo comportamiento dejaba que desear, hubieran tenido que vérselas
con sus vivas reacciones. Alguien le pide que no lo “acose” demasiado ¡para no
despertar su gastritis! Otro se queja de recibir de su parte demasiadas
verdugadas (actuaciones de verdugo).
Pero aunque la corteza sea un poco
áspera, el corazón es de oro y los testimonios son todavía más explícitos en
este punto que respecto a la chispa del humor, incluso en aquellos que más de
una vez han tenido altercados con él. “Si usted quisiera olvidar este pasado, le
escribe un catequista que ha cometido disparates y acordarse solamente de esa
bondad paternal que le caracteriza, me sentiría muy dichoso” (13 de abril de
1837). Juan Pedro Blein más tarde se acuerda del Padre Querbes en estos
términos: “Hemos visto a menudo en sus visitas a las escuelas que temía hacer
sufrir. Y en las visitas a las Parroquias era de una reserva y de una modestia
que se hubieran tomado por timidez exagerada. Te escuchaba con paciencia,
recogía tus confidencias, sufría con tus penas, se identificaba con tus
desgracias, buscaba y a menudo encontraba el remedio para el mal. Y ciertamente
no regateaba, no medía los sacrificios
para aliviarte. Puedo decir que jamás rehusó su ayuda a las personas necesitadas
que se dirigieron a él, y desafío a cualquiera
a demostrar lo contrario.”
Si su palabra es viva, en cambio sus
escritos son mesurados, ponderados, discretos, al menos en las cartas que se
conservan. Pero el muestrario de los corresponsales es suficientemente amplio
para incluir en él algunos bastantes necios. El inefable Jaime Damoisel, antiguo religioso de la Cruz
de Jesús bajo el nombre de Hermano Fortunato, ha despojado la escuela que se le
había confiado como catequista. En vez de venir a la reunión anual, va a hacer
el retiro a su antigua comunidad. Reacción del Padre Querbes: “Cediendo a malos
consejos, en lugar de
responderme, ha ido usted a la Cartuja[1]
para hacer allí un retiro mientras ocupará a su director en sus miserables
intereses temporales. Prepara una nueva cabezonada. Le advierto que tarde o
temprano se arrepentirán, usted y todos los que le han aconsejado, sean los que
sean; usted querría ser un Hermano Fortunato, es decir pasar por tal y hacer lo
que le da la gana disponiendo a su antojo y preparándose el futuro y la vejez
de un pequeño rentista. Todo esto es una quimera, querido amigo. Desde que está
bajo el yugo de la regla usted no se ha cansado de ella hasta que ha escuchado
consejos insensatos. Usted me conoce, venga de nuevo si quiere y me encontrará
como siempre, es decir, lleno de ternura hacia usted y deseando que no entierre
lo que Dios le ha confiado” (12 de
octubre de 1836).
Una buena parte de la
correspondencia con el Padre Faure está hecha de pacientes advertencias, de
palabras de ánimo amistosas y de anotaciones
prácticas que desean ayudar a Carlos Faure a vencer sus ilusiones y sus
veleidades. Pero los esfuerzos y la paciencia del superior no fueron
recompensados.
Le ocurre incluso tener que pagar
personalmente. Un solo ejemplo: ha sabido que un religioso dominico italiano,
en ruptura con su comunidad, se ha refugiado en Ginebra y va a convertirse al
Protestantismo. Va a Ginebra, paga sus deudas, trae a casa al fugitivo, lo
alberga en Vourles durante siete meses, lo reconcilia con la orden. Más tarde,
el dominico que llega a ser superior de un convento en Holanda recuerda con
nostalgia el tiempo pasado en Vourles.
Como era “a menudo, víctima de su
gran bondad y de su generosidad, a veces, muy por encima de sus modestas
posibilidades” (Padre de Villefort) necesitaba provocar gestos generosos a su
alrededor. Esteban Gonnet cuenta un hecho que pudo observar: Un domingo de
Julio de 1854, después de la misa mayor, el Padre Querbes recibe a un refugiado
español que viene a interceder a favor de su joven y pobre cuñada para
encontrarle un establecimiento de educación. Inmediatamente, el Padre Querbes
les acompaña a los dos al pensionado de las Hermanas de San Carlos de Brignais,
expone la situación a la superiora y concluye apremiante:
- Hermana, aquí hay una buena obra
que hacer. Tiene que recibir gratuitamente a esta persona y tenerla aquí hasta
que haya terminado su educación.
- ¿Traerá por lo menos su ajuar?,
pregunta la superiora.
- Nada, Hermana, es necesario que la
buena obra sea completa.
La superiora aceptó. Esteban Gonnet
concluye: “Eran casi las dos cuando regresó a Vourles. No había comido y había
hecho todo este viaje con un calor tropical. Al entrar nos dijo: “Estoy más
contento que si acabara de ganar 10.000 francos.”.
La Señora Testenoire resume bien su
actitud cuando habla de “esta desenvoltura original y firme, haciendo el bien
un poco militarmente, pero no retrocediendo ante ningún peligro”. Era hija del
Señor y la Señora Duclaux que pasaban en Vourles una parte del año. El Señor
Duclaux, pintor de paisajes y de animales de la escuela lionesa, tiene algunas
telas en el museo de bellas artes de Lyón. La Señora Testenoire sigue: “ (El Señor Querbes) venía diariamente a
jugar a damas a casa del Señor Duclaux; en el ánimo de los dos jugadores
reinaban siempre el ingenio y la alegría mordaz. Las santas Señoritas Comte y
la Señora Duclaux, todas ellas devotas
del Padre Querbes y colaboradoras en sus
obras, se escandalizaban a menudo de la temeridad de su Párroco. A veces le
recomendaban la prudencia para su sermón del domingo. Pero el Padre Querbes se
reía de sus temores y hacía su sermón con su verbo habitual y aplicaciones
diversas que hacían temblar a estas santas almas. Pero como un feligrés
estuviese en apuros o una gestión fuera útil, allí estaba el párroco. Partía
para Lyon y volvía siempre con el éxito deseado. tenía la autoridad del ser
superior.”
Este hombre activo que lleva de
frente varias tareas: la parroquia, la dirección de una Congregación, escritos,
es el sacerdote que suspiraba en 1828: “El tiempo pasa, tengo ya 36 años y no
he hecho casi nada”. En el comentario de los
estatutos recomienda: “No debe haber un instante perdido o mal empleado
en la jornada de un catequista. Es necesario que sus días sean llenos.” (1855).
No cesa de repetir la misma idea en sus cartas a los espíritus ligeros o a los
soñadores: “Uno se pierde en el vacío
cuando se entrega a tantos pensamientos. Más vale actuar. Incluso la
oración misma se convierte fácilmente en ilusión cuando no desemboca
diariamente en lo que hay de más
práctico en nuestra conducta” (4 de mayo de 1847). Perder el tiempo es
malgastar lo que corresponde a los demás, es también dejar que pase un buen medio de
ascética, mucho mejor que otras prácticas ilusas.
Luis Querbes se beneficia pues, de
sólidas cualidades humanas. A pesar de sus reacciones impulsivas, era capaz de
controlarse en las dificultades y de volver a emprender el camino después del
fracaso. Una vez decidido avanzaba, lo
que a veces debió complicar su vida, la de su Arzobispo y sin duda la de alguna
persona frágil o hipócrita. Frente a la administración Francesa es un poco
cuco, pero ¿qué francés no lo es al menos un poco? Y, a pesar de su saber y de
su autoridad, supo permanecer siempre cercano a sus Hermanos, concreto,
práctico. Sus cartas están tejidas de una gran cantidad de advertencias y de
notas útiles. La madurez le ha dado una estatura moral que le permite ser
osado. La ligera indecisión del joven, a la espera del porvenir, desapareció
pronto. Ha necesitado mucha decisión y fuerza de carácter para lanzarse a la
aventura de la fundación, una cierta audacia tranquila para imaginar la
Sociedad de los catequistas y una gran dosis de tenacidad para llevar el asunto
hasta el final. También ha necesitado mucha abnegación para dejar en el camino,
como testigos, como dentelladas sobre las que podría proseguirse la
construcción más adelante, ideas queridas, para soportar los golpes que no le
vinieron solamente de los enemigos, para
olvidar un porvenir personal que hubiera podido ser brillante en la carrera
eclesiástica.
LA SAVIA
Entre los numerosos documentos que
Luis Querbes ha dejado, no hay mucho escritos que puedan ser clasificados como
“espirituales”. En las cartas, algunas raras confidencias en ciertas
expresiones permiten adivinar algo de su relación con Dios. En su vida, ningún
misticismo exacerbado, ninguna práctica excéntrica, ninguna visión, nada de
artesas que se llenan de repente de pan. Solamente lo “ordinario”, esta es la
palabra que emplea él mismo. Al Padre Faure, que sueña heroicidades y vías
estrechas para llegar a la perfección, le replica: “He desaprobado a menudo en
usted esa necesidad de plantearse sin cesar una pregunta ociosa, a saber: si
debemos hacer profesión de tender a la perfección o de conseguirla, si debemos poseer virtudes heroicas u ordinarias. ¡Ay querido Padre, mientras
hablamos mucho el tiempo pasa y no hacemos nada, prometamos menos y hagamos
más! Ya tenemos bastante de qué ocuparnos con las virtudes del religioso:
obediencia, castidad, espíritu de pobreza y virtudes de nuestro estado: fe,
celo, humildad, pureza, amor al trabajo, a la soledad y al silencio. Comencemos
por construir sobre estas virtudes que yo considero ordinarias (pues no se trata más que
de entenderse) el edificio de nuestra salvación y de nuestra perfección y lo
demás ya se nos concederá” (13 de mayo de 1841).
El 23 de mayo de 1829, se presentó
para su aprobación una versión de los estatutos. Todavía no existe ningún
Catequista. El artículo 3 dice así: “las virtudes que caracterizan a un verdadero Catequista son: una fe viva e
ilustrada, un celo ardiente y desinteresado, la humildad, la pobreza, el amor
al trabajo, a la soledad y al silencio”. A pesar de todas las modificaciones
que los estatutos han conocido, desde 1829 hasta 1839, el artículo 3 ha quedado
intacto, sólo el verbo “caracterizar” ha sido reemplazado por “distinguir”,
esto quiere decir que ha sido sólido. En esta especie de retrato robot del
Catequista, ¿cómo no reconocer los rasgos
de quien lo ha escrito? La base de toda la vida cristiana por donde Luis
Querbes camina está en “lo ordinario” de la vida espiritual. Y en primer lugar,
la fe, la esperanza, que en su tiempo se veía más bien bajo el aspecto de
“confianza en Dios”, la caridad, que él llama con una palabra un poco
envejecida, “celo”. Y él no camina de una manera mediocre.
La
fe. Sin una perspectiva de fe, su vida no tiene sentido. Su voto de
castidad, su compromiso total en la realización de la Sociedad, toda su vida de
sacerdote y de superior manifiestan su fe ¿Cómo habría podido consentir en
revisiones reductoras de un proyecto en el que había puesto todo su corazón si
no se hubiera apoyado en la fe?
La esperanza. En las dificultades, los obstáculos, los sufrimientos, Luis Querbes trata de guardar la confianza en la Providencia e invita a los catequistas a adoptar esa actitud: “¡Ánimo, no teniendo nada, no buscando nada, tendremos a Dios de nuestra parte!” (10 de noviembre de 1836). “Soy débil, pero más que nunca lleno de confianza en Dios” (22 de agosto de 1838). “Contamos con la Providencia. No os inquietéis, Dios proveerá como en todo lo demás” (22 de febrero de 1842). “Dios es el dueño de los acontecimientos, aceptémoslos de su mano. Cuando os enteréis (de algunas noticias) que esto no provoque en vosotros más que la expresión de la confianza y el abandono en manos de la providencia” (17 de marzo de 1848).
Francisco
Favre que vivió muy cerca del Fundador en la última etapa de su vida, nos
dice: “Su falta de egoísmo era tan sincera y su confianza en Dios tan grande,
que le gustaba llamar a sus Hermanos, los hijos de la Providencia de Dios, que
ciertamente no les abandonaría nunca. El R. Padre Querbes tenía una absoluta confianza en la Providencia ¡Cuántas veces
se le pudo ver sin recursos para sostener su obra, y siempre tranquilo y
resignado, esperando un apoyo que a menudo le llegaba de alguna mano extraña y
desconocida!” Carlos Saulin termina el
retrato que hace de él con estas palabras: “De una confianza sin límites en la
Providencia. Su frase favorita era ésta: Dios proveerá”.
Esta confianza en Dios le permitió
tener también confianza en los hermanos, de los que tampoco dudaba, aunque a
veces fue engañado. “Lo hemos visto con las lágrimas en los ojos, se acuerda Francisco Favre, llorando de
alegría y recibiendo con los brazos abiertos a los pobres Hermanos extraviados.
Como buen padre generoso no volvía a recordar sus extravíos, les concedía la
misma confianza y el mayor afecto”. ¿Tenía una idea demasiado elevada de la
naturaleza humana? ¿No se daba cuenta de que todo el mundo no había vivido una
historia como la suya que seguía una trayectoria privilegiada desde su
juventud? ¿Que no todos habían tenido la suerte de tener unas dotes y un
temperamento tan fuerte y voluntarista como el suyo? Quizás.
También se puede apreciar en él una
actitud que mira más lejos; “Le pregunté un día al Padre Querbes, cuenta el
padre Gonnet, por qué guardaba en comunidad a sujetos cuya conducta dejaba
mucho que desear y que hubiera debido expulsar. Me respondió: “Si los expulso,
son almas perdidas, si los conservamos
aquí puede ser que se conviertan. No hay que romper la caña cascada, ni apagar
la mecha que aún humea” ¿Cómo se puede
decir que se ama a Dios, a quien no se ve, si no se ama al prójimo a quien se
ve? (Cf. 1 Jn. 4, 20). ¿Cómo se
puede esperar mucho de la Providencia de Dios, si no se espera nada del
Hermano? Esperar, tener paciencia, acompañar, perdonar, es creer que después de
la separación o de la falta no está todo terminado, es creer en otras mañanas
de Pascua.
La
caridad. Hoy la palabra “celo” se ha cargado de connotaciones a veces
peyorativas. Si tuviéramos que actualizar la expresión empleada por el Padre
Querbes “un celo ardiente y desinteresado”, hoy diríamos “un amor activo”, “una
caridad viva, fuerte, completa.” Durante su vida Luis Querbes dio múltiples
pruebas de este celo que él esperaba de los catequistas. La sensibilidad ante
las necesidades de los más pequeños, la urgencia en actuar, el tiempo dado sin
reservas, lo manifiestan ampliamente.
Quizá esta prisa le llevó a cometer errores: aquellas peticiones a las que
responde demasiado rápidamente, esos establecimientos fundados sin garantías
suficientes, la falta de seguimiento metódico de ciertos
negocios, le condujeron a fracasos dolorosos de personas y de obras.
Razonablemente
hubiera sido preferible una mayor prudencia. Su temperamento y las urgencias
que percibía le condujeron a otras soluciones. Miguel Sudres, el noveno
superior general de la Congregación, hablando del Fundador explica: “La prudencia es una virtud, la imprudencia no lo
es. Pero la fe, la confianza y el amor, tienen a menudo un comportamiento que
parece imprudente. ¿Cómo progresará el Reino de Dios si no hubiera locos?”. En
efecto, en un cambio de perspectiva, las vías del Señor van a veces contra las
de la sabiduría de los hombres: Lo que es
locura de Dios es más sabio que los hombres (1 Cor. 1, 25). Si el Padre
Querbes no hubiera tenido esta audacia, esta prisa y este celo ardiente, muchas
obras no se hubieran fundado y la Congregación no habría nacido.
Este
amor de Dios que impulsa a Luis Querbes a amar a sus Hermanos, este amor a los
Hermanos, que le hace retornar a Dios, se enraíza en la adoración. En el Comentario de los estatutos, dice a
propósito de la oración: “La meditación ocupa el espíritu con la consideración
de las verdades santas, la oración impregna el corazón, el examen de conciencia
y sobre todo el examen particular muestra la aplicación a nuestra conducta
habitual, el sentimiento de la presencia divina, la visita del Santísimo
Sacramento y las jaculatorias frecuentes, mantienen la unión de nuestra alma
con Dios y nos predisponen a hacerla cada vez más íntima en la oración. Los que
se creen menos capaces son también capaces cuando quieren, porque al Señor le
gusta comunicarse a las almas sencillas”. Un poco más adelante, añade: “Por el
santo ejercicio de la presencia de Dios el Clérigo de San Viator animará y
vivificará su fe que penetrará y dirigirá todos sus pensamientos y todos sus
deseos, todas sus palabras y todas sus conversaciones, todas sus acciones y
todas sus empresas”.
Hombres
sensibles a una presencia, con el corazón atento, así desea que sean los
Catequistas, así quiere vivirlo él. Y vive esta disponibilidad interior, esta
obediencia que recomienda a sus Hermanos
en el sentido más pleno del término. En el esquema de un retiro que predicó se
destacan dos líneas: “ No apetecer más que la voluntad de Dios... no servir más
que de instrumento a la acción de Dios”. La maduración que se ha efectuado en
él durante toda su vida, le ha conducido a una especie de abandono amoroso en
la voluntad de Dios: “Sí, debemos ser santos, escribe el Padre Faure, y yo
especialmente. Más que nunca siento que Dios me pide todos los sacrificios.
Gracias a su bondad no experimento repugnancia
por ninguno” (28 de enero de 1840). En
el comentario de los estatutos, el párrafo dedicado a la obediencia concluye con estas palabras: “Nunca pedir
nada, jamás rehusar nada, éste es el holocausto más agradable que se pueda
ofrecer a Dios”. Por encima de las palabras empleadas, que son de otro tiempo,
se perfila la actitud fundamental de quien es sencillo ante Dios, la actitud
descrita en un himno del actual oficio que dice: “Sólo el pobre puede acogerte,
con un corazón ardientemente atento y los ojos vueltos a tu luz”.
Las “almas sencillas” siguen caminos
“ordinarios” y no senderos inseguros. Es inútil buscar en él una mística
etérea. Su vida espiritual está anclada en las rocas que fundamentan y nutren
toda la vida cristiana.
La
Palabra de Dios. “La lectura es el alimento del espíritu; en la oración
somos nosotros quienes hablamos a Dios, en la lectura espiritual Dios nos habla y nos da de qué hablar con Él
al orar” (Comentario de los estatutos).
Puede ser que hoy no se harían estas distinciones, pero conviene subrayar su
preocupación por ir a las fuentes. Ha inventado la Leyenda para los
catequistas, ese oficio que se inicia con una página de la Biblia. “Recomienda,
para hacerla es necesario llevar al más alto grado la atención y el respeto.
San Carlos Borromeo leía la Escritura de rodillas, como si estuviese escuchando
a Dios que le hablaba desde el monte Sinaí, en medio de rayos y truenos. Así
pues, tratad de comprender lo que estáis leyendo, de aplicároslo, de examinar
de buena Fe si practicáis lo que tenéis ante los ojos y pedir al Señor el valor
y la fuerza para conformar a ello vuestra
conducta”.
La
Eucaristía. Los catequistas “tratarán de hacerse dignos de comulgar, con autorización de sus confesores, los
domingos y jueves, así como en todas las fiestas solemnes sean o no de precepto
(Comentario de los estatutos) A
primera vista la recomendación puede parecer banal, pero en aquella época
marcada por fuertes vestigios de
rigorismo jansenista, era recomendar lo que más tarde se llamará la comunión
frecuente”. También se invita a los catequistas a visitar a menudo al Santísimo
Sacramento, sea en la visita de regla o en visitas de devoción: “No entréis en
clase, ni salgáis de ella sin visitar, si es posible, al Santísimo Sacramento” (Directorio). Además, explica con todo
lujo de detalles la actitud que deben tener los que están encargados de la
sacristía y de las ceremonias litúrgicas o la actitud que debe tener el que debe
ayudar a misa: “La fe viva, la religión ilustrada, la devoción profunda al
Santísimo Sacramento les pondrán al abrigo de una familiaridad sacrílega con
las cosas santas” (Comentario de los
estatutos).
La
Iglesia. Hemos tenido ocasión de ver repetidas veces a
Luis Querbes llevado de un profundo sentido eclesial que sobrepasa de lejos la
adhesión a una persona o una preocupación táctica. Uno de los objetivos
principales de la fundación era el de responder a las necesidades más urgentes
de las pequeñas parroquias, establecer una colaboración estrecha con los
sacerdotes bajo la dependencia del Obispo, algo que hoy llamaríamos participar
en la “pastoral de conjunto”. El título del Catequista es explícito: “Clérigo
parroquial”. En sus relaciones con el arzobispo de Lyón, por muchas tensiones
que hubiera, peleó por sus objetivos hasta el último cuarto de hora, que
siempre cedía al Arzobispo. Deja a sus Hermanos en manos de los Obispos de San
Luis, de Agra, de Montreal, de Rodez... con toda confianza. En Roma busca, sin
duda, confirmar su idea primera por el Papa, pero se adhiere “a la fuerza y a
la vida” que sale de la aprobación. En un tiempo en que todavía quedaban
algunos residuos de galicanismo, pide al Clérigo de San Viator que “adhiera
invariablemente y desde el fondo de su alma a la Santa Iglesia y al Vicario de
Jesucristo” (Comentario de los
estatutos).
La
Virgen María. Para Luis Querbes, como para muchos otros fundadores y
fundadoras, el amor de Dios también pasa y se manifiesta por esta mediación. Durante
toda su vida dejó a la piedad mariana el espacio que le correspondía.
Adolescente o seminarista, Luis Querbes subía frecuentemente a Fourviere, el
santuario mariano de Lyón. De vez en cuando, Guido María Deplace le pide que
rece por él. Una tradición sugiere que siendo joven vicario de San Nicecio
introdujo la práctica del mes de María en la escuela clerical. Unas semanas
después de su llegada a Vourles, el párroco creó la primera cofradía, la del
Rosario. Los religiosos que parten para el
extranjero pasan todos por Fourviere. En 1838, cuando su personal es todavía reducido, he aquí que
le piden Hermanos para la sacristía de Fourviere. “Podemos contar con la
protección de la Santísima Virgen si tenemos buenos representantes en
Fourviere” (20de febrero de 1838). Y envía tres religiosos, entre ellos a Luis
Fraigne que hubiera podido ocupar un buen puesto en otra parte.
El sello de la Sociedad lleva una
divisa, Sinite parvulos venire ad me.
(Dejad que los niños se acerquen a mí). Pero el Fundador ha utilizado poco
este tema. En cambio, emplea a menudo una expresión muy corta, en latín o en
francés: Adoretur, ametur Jesus. Adorado,
amado sea Jesús. A veces escribe
solamente las tres letras de la expresión en latín, AAJ. Esta especie de
divisa, este “slogan” concreto, impactante, resume todo su proceso en una
especie de síntesis de su vida espiritual y de su vida apostólica. La
contemplación y la acción. La adoración y el amor. El amor a Dios y el amor al
prójimo. Describe este doble impulso que señala
al discípulo de Cristo: un amor de Dios que va hasta el más pequeño de los
Hermanos de Jesús (Cf. Mt. 10, 40-42). Un amor hacia el más pequeño que nos
hace volver al Padre (1 Jn. 3). El uno no puede ir sin el otro. Luis Querbes
vivió para adorar y amar a Jesús. ¡No es el único! ¡Desde hace 2000 años muchos
cristianos han intentado e intentan hacerlo! Lo que resulta un poco original es
resumir esta aspiración en una fórmula tan neta, tan clara y tan completa. Y no
solamente resumirla, sino vivirla verdaderamente.
2.3 Preguntas personales :
1) Describe tus propios rasgos de personalidad
......................................................................................................................................
......................................................................................................................................
......................................................................................................................................
2) ¿ Cómo reaccionas ante las necesidades de los
demás ?
......................................................................................................................................
......................................................................................................................................
......................................................................................................................................
3) ¿ Cómo evaluarías tu relación con Dios ?
......................................................................................................................................
4) ¿
Cómo demuestras tu amor a la Iglesia?
......................................................................................................................................
......................................................................................................................................
5) ¿ Te das el tiempo para "adorar" al
Señor ?
......................................................................................................................................
......................................................................................................................................
6) ¿ En qué se traduce tu devoción a María ?
......................................................................................................................................
2.4 Complementación doctrinal.
LOS JÓVENES
Los
primeros catequistas que se adhirieron a la Sociedad fueron maestros que
ejercían, en algunos casos desde hacía mucho tiempo (Liauthaud, Robin, Pierry,
Parris.) Los jóvenes que iban viniendo fueron formados en Vourles y enviados
para encargarse de las escuelas. Los
catequistas debían tener una profesión para vivir: en Francia, la catequesis
jamás ha hecho rico a quien la da. Era necesario también buscar, recoger a los
niños allí donde estaban, en la escuela. El P. Querbes se apoya en el medio
cultural que está en plena expansión en su época: abre escuelas, trata con el
ministerio de Instrucción Pública, publica manuales escolares, escribe un
manual de pedagogía ( el Directorio).
Desea que los catequistas sean buenos profesionales pero también que no olviden
lo esencial: "Aunque la Doctrina cristiana sea el objeto principal de la instrucción dada en
nuestras escuelas, y que ella debe dominar y penetrar todas las partes de la
enseñanza, éstas, a pesar del rango secundario que ocupan en ella, no deben ser
jamás descuidadas".
Hoy,
mañana. ¿habrá perdido su valor el contacto con los jóvenes? Sin duda, ir hacia
ellos resulta fastidioso y a veces desestabiliza las certezas de los adultos.
Pero los jóvenes ¿ no tienen siempre necesidad de que se les ayude a insertarse
profesionalmente y socialmente? ¿ Han abandonado sus deseos de relaciones
verdaderas, de una escucha, de una palabra que les haga crecer y que les
remueve? ¿No están buscando un sentido a sus vidas? ¿ cómo no apuntarse a esta
convicción de Bruno Hébert: "La educación es el oficio más hermoso del
mundo, es de una importancia primordial en una sociedad y el marco más
sofisticado no reemplazará jamás la competencia de un verdadero maestro."
(Robert Bonnafous. El
Carisma de Luis Querbes)
3. TRABAJO GRUPAL.
- Oración
de comienzo.
- Dinámica
si procede.
- Puesta
en común de las respuestas dadas.
- Oración
final. ( dar gracias, alabar, pedir.)
4.
EVALUACIÓN
1.- Enumera algunos rasgos físicos del P.
Querbes.
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2.- Enumera algunos rasgos espirituales de
nuestro Fundador.
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3.-¿ Cuál es la divisa de la Congregación?
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4.- ¿ Qué significa para el Fundador
"adorado y amado sea Jesús"?
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[1] NDT la casa de la sede de
la congregación de la Cruz de Jesús de la que procedía Jaime Damoisel.